V e i n t i d o s

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N e l l y

Pues sí que está lloviendo fuerte en Brasil. El cielo está por completo oscuro y, como no podría ser de otra forma, traje solo ropa de verano y aquí es invierno, así que tiemblo de frío, perceptiblemente molesta y esperando a que Leroy Edwards se dé prisa abriendo la puerta de la casa.

No es de nosotros, pero papá la renta cada vez que viene.

En cuanto esta es abierta, entro rápidamente y me acerco a la chimenea, pero como si esta también quisiera burlarse de mí, veo que la última flama se desvanece poco a poco hasta que solo queda un humo oscuro.

Volteo los ojos.

¿De verdad todo tiene que estarme saliendo tan mal?

Usualmente no tengo tanta mala suerte.

—Ahora la prendo de nuevo —dice él, y cuando escucho que se acerca a mí, me hago a un lado rápidamente y me siento en uno de los sillones.

Leroy se quita el saco y se hinca frente a la chimenea, poniendo la madera para encenderla de nuevo. Yo me quedo ahí, envuelta en una manta mientras lo veo hacer su trabajo en lugar de ir a cambiarme a pesar de que sé que puedo pillar una pulmonía. Pero es que se ve demasiado bien ahí.

Mierda, Nelly...

Sacudo la cabeza y me pongo de pie, llevándome mi maleta conmigo.

Probablemente sea buena idea quedarme en la habitación hasta que se pueda ir de nuevo. No confío en mí con él aquí, y la verdad es que tampoco me ayuda demasiado, es como si supiera lo que estoy sintiendo y se esfuerza en empeorarlo solo para molestarme como siempre. Aunque, también cabe la posibilidad de que sea solo yo, tratando de justificar los deseos morbosos que provoca su presencia en mí.

No me sentía tan caliente desde la pubertad, creo.

Ya duchada y cambiada con la ropa que más pueda cubrirme por el maldito frío, me siento en la cama y llamo a mamá.

—¿Nelly? —dice con ese tono que siempre usa cuando hace algo mal y sabe que la voy a regañar. Solo intenta hacerse la inocente—. Cariño, ¿qué tal el viaje?

Entrecierro los ojos, aunque no pueda verme.

—No vas a lograr desviar el tema, Eleonor.

La escucho suspirar.

—Bueno, sí, caímos de nuevo.

—No, no cayeron de nuevo. Se lanzaron voluntariamente y en picada.

—Sabes que no va a volver a pasar.

—Eso escuché la última vez. ¿Sabes lo horrible que es para mí saber que mis padres se acuestan? Si quieren seguir haciéndolo entonces no se hubieran divorciado.

—Lo hicimos porque era lo mejor, Nelly, pero nos conocimos durante muchos años, ¿sí? La conexión que tenemos tu padre y yo no es algo que podamos tener con otras personas. Solo cuando estamos juntos podemos ser nosotros mismos.

—Lo sé, pero... mamá, eso no es sano. No se permiten avanzar —suspiro, cansada—. Dime, ¿cuándo fue la última vez que saliste con alguien que no fuera papá?

Ni siquiera lo recuerda, lo sé bien porque no responde de inmediato y a mamá le encanta dejarme callada.

—Escucha —continúo—, ambos son mayores, y saben lo que hacen, pero solo quiero que ambos estén bien, ¿sí?

—Lo sé, cariño.

Junto los labios, algo decepcionada.

Tratan de hacer funcionar algo que desde el principio no lo hacía.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora