S i e t e

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C a e l a n

Me remuevo en la cama, esperando recibir luz solar, pero no hay nada molesto lastimándome.

¿Entonces qué me despertó?

Estiro la mano y encuentro el lugar vacío a mi lado.

Allen.

Abro los ojos rápidamente, la luz nocturna inundando mi habitación pero es lo suficiente como para que pueda ver que ella no está.

Me paso las manos por la cara, sintiéndome extraño. Aunque lo asumo a que ya es muy tarde y me preocupa que se haya marchado sola, además, le dije que la iba a llevar y ella contaba con eso. Tal vez no debí dormirme.

Salgo de mi cama, viendo detrás el desastre que dejamos esta noche.

Dios, creo que nunca había tenido un sexo tan bueno. Nunca creí que podría ser así de intenso y... pervertido. En definitiva Allen es muy buena haciéndolo y siempre me ha funcionado dejarme llevar por lo que a ella le gusta: palabras sucias, movimientos duros y rudos.

Apenas hoy tuvimos sexo y ya me estoy preguntando cuando será la próxima vez.

Camino hacia la sala, tallándome los ojos, y cuando llego, noto una figura parada en la ventana. Una figura que conozco muy bien, que he tocado, que he probado, únicamente cubierta con la camisa que hoy llevaba puesta y descubro que me encanta como se ve con mi ropa.

Es demasiado para mi pobre corazón.

Voy con cuidado hacia ella y cuando estoy lo suficientemente cerca, enredo mis manos en su cintura.

—Hola —susurro.

Ella se sobresalta entre mis brazo y siento su corazón ir de prisa contra sus costillas. Una vez que se recupera, resopla, frustrada.

—Me asustaste.

—Lo siento —digo aunque no sinceramente, me gusta ver como se altera cuando la asusto—. ¿Estás bien?

—Tenía sed.

—Creí que te habías ido —susurro.

—No podrás deshacerte tan fácil de mí.

—Me gusta cómo suena eso.

Ella sonríe, divertida por mi arrogancia.

—Solo porque eres increíblemente bueno en el sexo.

Me rio sin poder evitarlo.

En definitiva, de los dos, ella es quien es la más pervertida.

—Siempre puedo mejorar.

—Tal vez te enseñé.

No digo nada, en su lugar me agacho un poco y pongo mi mentón sobre su hombro, sin despegar la vista de la ventana. Al instante sabe qué algo está pasando.

—¿Qué? —susurra.

—¿Por qué no usamos condón?

Es algo que, mientras la veía quedarse dormida, me pasó por la cabeza.

Nunca había sido irresponsable en ese aspecto. Después de que tuviera que pasar dos horas escuchando a hablar a mis padres de los riesgos que hay cuando tienes sexo sin protección, juré que nunca iba a olvidarla. Pero cuando estoy perdido en el cuerpo de Allen me es complicado pensar en otra cosa.

Sin embargo, sé que hay algo más detrás porque la conozco un poco y es muy organizada. Jamás se le habría olvidado algo como eso por mucho que me deseara.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora