V e i n t i t r é s

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N e l l y

No creo haber tenido tanto sexo nunca. Usualmente follo con personas que conozco en fiestas así que es tan efímero que no da tiempo para nada más. Y la verdad es que nunca me ha interesado hacerlo con personas del internado porque eso puede complicarse.

Así que, con riesgo a aumentar un ego que ya es muy grande, puedo decir que Leroy Edwards me ha dado el mejor sexo de mi vida.

Tal vez sea el odio que nos tenemos, o tal vez sea que tiene mucha más experiencia y sabe cómo satisfacer a una mujer, pero en definitiva hay algo que ha hecho que me corra tantas veces que ni siquiera puedo contarlas.

Me tallo bien las piernas porque las tengo demasiado pegajosas, y dejo que el agua caliente relaje todos mis músculos.

Un bostezo escapa de mi boca.

Joder, a penas dormimos anoche.

Debo darle mucho crédito. Realmente es atento y esa clase de hombre que no solo busca su placer, sino también el de su pareja sexual para tener una buena experiencia. No le importa arriesgarse, no le importa hacer cosas que muchas otras personas podrían llegar a creer que son asquerosas, él hace lo que quiere y eso me hizo rozar el cielo.

Cuando salgo de ducharme, solo voy envuelta en una bata blanca hacia la cocina, donde está él hablando por teléfono y haciendo el desayuno.

Todo un hombre multitareas.

Me muerdo el labio inferior, conteniendo la risa, cuando escucho que está hablando con mi padre.

—Sí, señor Spelman, lo entiendo. Me encargaré de eso —alza la mirada cuando me siente llegar y niega con diversión por mi expresión—. Creo que tiene un rato despierta... no, no se desveló. Llegó agotada del viaje.

El viaje no fue lo que agotó todas mis fuerzas.

—Lo mantendré informado... ¿quiere que le diga algo? Bien. Lo haré. Hasta luego.

Deja el celular de lado y me mira como si esperara algo de mí.

Yo solo me hago la tonta.

—¿No dirás nada? —me pregunta, alzando una ceja.

—¿Le dijiste también que follamos hasta cansarnos?

—No creí que fuera muy profesional.

—Oh, pero lo hiciste como todo un experto.

—Cierra la boca, Nelly.

Me rio por su pudor.

Ayer no tenía pena de recorrer todo mi cuerpo con su lengua y ahora no quiere hablar de eso.

Me acerco hacia él de forma seductora y me paro a su lado, rozando su abdomen desnudo con mis uñas.

—Ayer me pedías que la mantuviera abierta.

Me mira de reojo, relamiéndose los labios, y el deseo de tenerlos entre los míos solo aumenta con cada maldito gesto que hace. Es casi vergonzosa la necesidad que tengo de probarlos.

—¿Qué va a suceder a partir de ahora?

Echo la cabeza hacia atrás, casi sorprendida de que me haya hecho esa pregunta.

—¿De qué hablas?

—¿Cómo nos comportaremos? ¿Quieres seguir con esto?

—¿Y tú?

—Si tu padre se entera...

—Lo sé —murmuro.

Todo sería un desastre, y como dije, él se llevaría la peor parte.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora