V e i n t i c i n c o

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Apenas abro la puerta del departamento cuando escucho pasos acelerados hacia mí. Enfoco de inmediato a Caelan y mi corazón duele porque jamás lo había visto tan preocupado. Tiene el cabello revuelto como si hubiera pasado sus manos varias veces por él y el celular en la mano.

Me muerdo el labio inferior.

Ni siquiera he visto si tengo llamadas perdidas suyas.

Me preparo para darle una explicación, temiendo que se moleste más, pero no puedo hablar porque en cuanto él termina de observarme de arriba abajo, asegurándose de que esté bien, camina hasta mí y me abraza con fuerza.

Estar en sus brazos me ayuda a reconstruirme, y su olor me recuerda que estoy a salvo aquí. Yo disfruto lo más que puedo de estas sensaciones para tranquilizarme porque algo me dice que después de que le explique dónde estaba... vendrá una conversación que en definitiva yo le daría si estuviera en su lugar.

Y sí, siempre existe la posibilidad de mentir, pero nunca me ha salido mentirle a él. Y no quiero empezar a hacerlo ahora, mucho menos por Raquel.

—Joder, estaba tan preocupado —susurra sobre mi cabello y luego se aleja, sujetando mi rostro con ambas manos—. ¿Estás bien? ¿Estuviste llorando?

—Lamento no haber llegado a tiempo —susurro, aún con la voz rota—. Juro que no era mi intención...

—Allen, solo dime qué te sucede.

Trago saliva, fundiéndome en el color claro de sus ojos.

Él más que nadie sabe lo que Raquel me hizo pasar, y ahora no sé cómo se pueda tomar el que la haya ayudado y que me haya expuesto de nuevo a su violencia psicológica. Sé que me apoyará, eso nunca lo pondría en duda, pero también sé que yo reaccionaría mal si él me dijera que sigue acercándose a la persona que más daño le ha hecho.

Respiro profundamente, tomando fuerzas para decirle.

—Estaba con... Raquel.

Se forma un silencio en la sala, un silencio que dura solo los pocos segundos en los que él tarda en comprender lo que le he dicho. Su agarre se hace menos firme en mi rostro y da un paso hacia atrás. Lo único que me tranquiliza es que no se ha alejado por completo.

—¿Qué pasó? —murmura, y yo prefiero no interpretar su tono.

—Me llamó alguien, un empleado del bar en el que estaba. Tuve que ir al otro lado del pueblo por ella y... le pedí a Leonel, el padre de Nel, que me ayudara para ingresarla a rehabilitación —lo miro, desesperada—. Escucha, sé que ella me ha hecho mucho daño... y que fue tonto ayudarla, pero... ella lo necesitaba. No podía dejarla ahí. Ya lo hice una vez y no podría perdonarme si algo malo le pasara.

Mis palabras salen atropelladas, pero yo creo que me expliqué bien, así que no entiendo por qué frunce las cejas y esta vez se aleja por completo.

Reprimo mi impulso de cortar la distancia entre nosotros.

—Yo... —toca el puente de su nariz, inquietándome—. ¿Por qué me estás diciendo todo esto?

—Porque creí que tú...

—¿Estaría molesto? —alza una ceja—. Allen, no estoy molesto contigo por ayudar a tu tía. Sé bien que jamás la habrías dejado en ese estado.

Eso me tranquiliza, aunque no del todo porque su expresión sigue siendo la misma.

—¿Entonces?

—Estaba preocupado. Creí que te había pasado algo malo. Con todo lo de tus padres, mierda... no sabes todo lo que pensé.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora