T r e s

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A l y s s a

Amo el invierno.

Me encanta el frío, la nieve, la lluvia, los días nublados, las bebidas calientes y las mantas afelpadas. Definitivamente el invierno es mi estación preferida del año.

En ocasiones abro las ventanas de mi auto mientras conduzco para que el aire helado me dé directamente en el rostro. Es muy refrescante y me hace sentir libre. Lamentablemente no puedo hacerlo cuando voy en el auto con mamá. Ella es demasiado estricta con tener el cabello ordenado y con no llamar la atención de forma negativa.

No puedo ir dando un espectáculo por la calle.

—¿Cómo van las clases? —me pregunta después un rato en silencio.

—Bien. Pronto iniciarán los exámenes.

—Quiero que estudies, ¿de acuerdo?

Suspiro.

—Lo sé, mamá.

—Muy bien.

Una vez cada par de semanas, mamá me recoge después de las clases para llevarme a cenar a casa. Casi siempre elige días en los que salen temprano del trabajo para que verme no les quite tiempo que necesitan. Y es que en realidad no vienen por mí porque quieran verme o porque me extrañan mucho, sino que no es bueno que la prensa no me vea muy seguido con ellos, eso da mala imagen.

—Aly se está esforzando mucho en sus clases, Rachel.

Y por supuesto, cada vez que vengo, tengo que traer a Sam conmigo. A veces me da la impresión de que a mamá le agrada más ver a Sam que a mí. Me baso en que le hace mucho más caso a sus cosas que a las mías.

—Sé que lo hace, Sam. Ella sabe cuál es su deber.

Sam me sonríe en modo de disculpa por la actitud de mamá. Ella ni siquiera se da cuenta porque va muy atenta a su laptop, terminando cosas que no pudo hacer en la oficina porque hoy le tocó venir por mí.

El resto del camino vamos en silencio, Sam me abraza por los hombros, mamá sigue en lo suyo y el chofer tararea una canción que suena en la radio y que no conozco. Yo solo puedo pensar en las miles enfermedades que pude fingir para no tener que venir a cenar hoy y soportar los comentarios hirientes de mis padres.

Cuando considero fingir tener arcadas para que me lleven de vuelta, escucho el portón eléctrico de nuestra casa abrirse, haciéndome saber que me decidí demasiado tarde.

—Antes de bajar arréglate el cabello —me dice mamá mientras ella arregla el suyo—. Nunca me haces caso.

Me muerdo la lengua para no decirle que lo único que hago en mi vida es hacerle caso, y en su lugar paso mis manos por mi cabello asegurándome de que todo esté en orden. Sam me ayuda un poco y yo le sonrío.

Siempre es tan atento.

Marco detiene el auto frente a la puerta y todos bajamos. Ni siquiera necesito ver hacia el portón para saber que ahí hay varias personas tomándonos fotografías, puedo incluso ver los destellos de los flash. Cada vez que vengo están ahí y mamá cada vez se esfuerza más para que parezcan unas lindas fotos familiares.

Como en esta ocasión, que me abraza y se comporta cariñosa como si fuera lo más normal.

Puede que lo sea en cualquier otra relación entre madre e hija, pero no en la nuestra. No puedo recordar si quiera la última vez que se comportó de forma amable conmigo sin segundas intenciones.

Es bastante triste, la verdad, pero ya estoy más que acostumbrada.

Así entramos a la casa: mamá abrazándome, y Sam y yo tomado de la mano.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora