T r e i n t a y c u a t r o

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Llegamos a Linden el jueves por la tarde.

¿Cómo lo hicimos?

Pues la verdad es que no tengo la menor idea, pero aquí estamos por fin.

Aunque hay muchas personas que justo ahora me juzgan y otras tantas que no me quieren—mi familia—, hay algo agradable en volver por fin al lugar que considero mi hogar. Es un hermoso sentido de pertenencia que no he encontrado en ningún otro lado.

En fin, Nel en cuanto llegamos se fue a la habitación de Raquel para dormir un poco más. Y a pesar de que yo también quiero hacerlo, y lo necesito porque en el avión no pude dormir tanto como me gustaría, tengo que mantenerme despierta porque la abogada que mencionó Raquel puede llegar al departamento en cualquier momento. Y es justo ahora, sentada en uno de los sillones de mi tía, que me pregunto qué dirá esa mujer.

Por años mis padres no la han mencionado y si hubiera asuntos legales pendientes que tuvieran que ver con la abuela creo que estarían enterados.

Como sea, creo que muy pronto me enteraré de lo qué pasa, no sirve de nada matarme pensando en eso después de haberlo hecho por días. En este punto ya debió quedarme más que claro que solo hay forma de preocuparse por las cosas hasta que pasan.

Suspiro y me pongo de pie para ir a la cocina y tomar un vaso con agua. Mientras bebo, me pongo a revisar mi celular. No tiene mucha batería, pero puedo enviarle un mensaje a Caelan solo para tranquilizarlo.

Allen: Llegamos a Linden. Mañana nos vemos temprano, ¿sí? Ahora estoy un poco cansada.

Allen: Tengo muchas ganas de verte.

Dejo el celular sobre la mesa y miro atenta como no tarda mucho en ver mis mensajes. Sonrío sin poder evitarlo cuando lo veo escribiendo.

Caelan: Me alegra que estés aquí.

Caelan: Espero que estés bien.

Caelan: También tengo muchas ganas de verte.

Mi sonrisa no se desvanece, al contrario, se acentúa cuando leo su último mensaje.

Allen: Qué tantas?

Caelan: Tantas que Denzel ya empieza a hartase de mí.

Su mensaje me hace reír, pero no logro contestar porque empiezan a tocar la puerta del departamento. Dejo el vaso con agua sobre la mesa y me apresuro a abrir.

Frente a mí se encuentra una mujer que se ve demasiado joven, pero al mismo tiempo se ve tan experta como si ya llevara un montón de años viviendo. Trae puesto un traje elegante de pantalón y saco con el que definitivamente asociaría a una persona de su profesión. Su cabello castaño está recogido en una cola alta y su rostro es iluminado por unos ojos color azul oscuro.

Es muy bonita.

—Hola —la saludo—. ¿Es usted la abogada?

Siento la necesidad de tratarla con mucho respeto porque es lo que inspira. Ella asiente y me tiende su mano para estrecharla.

—Jane Evans. Trabajo para la firma que representada a tu difunta abuela. Georgina.

Asiento.

—Claro —me hago a un lado, abriéndole más la puerta—. Por favor, pase.

Ella lo hace de forma elegante, su cabello manteniéndose firme a pesar de sus movimientos. También noto que es muy directa porque no pierde el tiempo inspeccionando a su alrededor que, ahora que lo pienso, debí ordenar más porque todo aquí es un desastre. La abogada solo se acerca a la primera superficie plana que encuentra que es la pequeña mesa de la cocina y deja sobre ella el maletín que trae en la mano.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora