S e i s

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Caelan detiene su auto frente a un gran edificio lujoso que está por el centro del pueblo, aunque esta es un área tranquila, no hay muchos autos y es obvio que es una propiedad privada. Cuando veo que avanza hacia el estacionamiento, no puedo evitar expresar mis dudas.

—¿En dónde estamos?

Sonríe, relajando las manos sobre el volante.

—Vamos a mi departamento.

Alzo una ceja.

—¿Tienes un departamento?

—Mi padre me lo regalo en navidad. Por mi cumpleaños.

—¿Cumples años en navidad?

Asiente, sorprendiéndome.

Supongo que habrá un montón de personas en el mundo que han nacido justo el día de navidad pero nunca había conocido a una.

—Bueno... feliz cumpleaños atrasado.

—Te lo agradezco —inclina un poco la cabeza, como una reverencia, y yo sonrío.

Cuando aparca finalmente el auto en su lugar de estacionamiento, entramos a un elevador con paredes de cristal y suelo sofisticado.

Se inclina hacia el tablero y lo veo presionar el piso número seis.

Seguramente tiene una vista increíble en su departamento.

Trato de imaginarlo para no prestarle atención al ambiente que se ha formado entre nosotros. Desde que salimos del bar lo he sentido. Es esa tensión de expectación. Sabemos lo que está por suceder y estar de esta manera, esperando, lo vuelve todo más... intenso.

—¿Ya te dije lo hermosa que te ves hoy? —susurra de una forma demasiado provocativa para mi propia salud.

El corazón me empieza a ir de prisa.

—Gracias —tengo que pasar saliva por de nuevo se me seca la boca.

Da paso lentos hacía mí hasta que está a mi lado, pegándose mucho a mi costado izquierdo. Las manos me sudan un poco, mi respiración se vuelve pesada y tengo que agarrarme del tubo detrás de mí para controlarme un poco.

¿Qué rayos me haces, Caelan?

—¿Disfrutas ponerme nerviosa?

Noto de reojo que frunce las cejas.

—¿Estás nerviosa? —pregunta, sorprendido.

—Como si no lo supieras ya.

—La verdad es que no. Siempre pareces tan... tranquila. Como si lo tuvieras todo controlado.

Esta vez sí que lo miro.

La iluminación del elevador volviendo sus ojos un poco más claros de lo que son.

—Caelan, contigo no puedo controlar nada.

Y es hasta este momento en el que me doy cuenta de lo cerca que están nuestros rostros. Tan cerca que su respiración choca contra mi mejilla y puedo percibir su aroma demasiado seductor, tanto que no sé cómo puedo seguirme resistiendo a él.

—No deberías decirle a alguien que tiene el poder de ponerte nerviosa.

—¿Por qué?

—Porque puede aprovecharse.

—No me importaría si tú lo hicieras.

Él niega con la cabeza, divertido, como si todas mis respuestas cada vez le sorprendieran un poco más.

El poder del deseo #1 B.P  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora