Te Cielo ♡ [En proceso]

17. Nadie toca a mí chica.

Rebecca

En ese momento solo sentía como la sangré me hervía ¿Cómo podía tener el descaro de venir a mi casa después de cogerse el día anterior a su supuesto primo.

Porque si, el supuesto primo era nada más y nada menos que el tipo que ví saliendo de su departamento.

No diré que no la saludé hipócritamente porque estaría mintiendo.

Valentina obviamente no me reconoció porque ayer tenía el antifaz.

Agradecida con Viktor por tener un antifaz en su auto.

Supuse que a Viktor no lo reconoció ya que ayer tenía puestas unas gafas y un gorro que ocultaba su mata de cabello azul.

Viktor al verla me dedico una mirada de "¿Pero qué ha pasao?"

Viktor la saludo y luego se posó a mi lado.

—Lo que sea que vayas hacer en contra de ella te apoyo—sonrió macabramente—no soporto a los infieles.

¿Que clase de estupidez acaba de decir Viktor?

—¿Con que moral dices eso? Tu le fuiste infiel a la hermosa morena de ayer.

—En mi defensa ese día ella me terminó, que iba a saber yo que solo estaba fingiendo—dijo suspirando—las mujeres son tan complicadas.

—¿Que tengo cuchichean ustedes dos?—preguntó Olivia a nuestras espaldas.

Antes de que Viktor respondiera y metiera la pata hablé rápidamente.

—Nada, solo...—piensa Rebecca piensa—tenemos hambre.

Olivia entrecerró los ojos dedicandonos una mirada de desconfianza pero no dijo nada al respecto.

Todos nos sentamos en la mesa a comer, éramos ocho en total. André a mi izquierda, Viktor y el supuesto primo a mi derecha mientras que Logan, Valentina, Olivia y Santiago frente a nosotros.

Sinceramente no estaba prestando mucha atención a lo que decía, solo pensaba en cómo desenmascarar a Valentina.

La muy imbécil no paraba de hablar de lo mucho que amaba a mi mejor amigo.

¿Qué hacía yo? Pues contenía las ganas de no decir nada clavándome las uñas en las palmas de las manos.

André me miró un par de segundos, me sentí un poco nerviosa así que coloqué un mechón de cabello tras la oreja y baje la mirada.

Necesitaba la forma de levantarme de esa mesa sin levantar sospechas o sin que preguntaran.

Mi salvación. André.

Accidentalmente derramó el vaso de agua en mi camiseta. Inmediatamente me levanté de la mesa diciendo que iría a cambiarme, André me pidió disculpas y yo fui directo a mi habitación.

Al entrar en ella no sabía qué hacer, caminaba de un lado a otro hasta que el ruido del seguro de la puerta me hizo girarme.

Era André.

—¿Qué tienes?—preguntó sentándose en mi cama.

—Nada—mentí.

—¿Entonces qué te tiene así?

—No entiendo, ¿A qué te refieres?

—Al hecho de que te estás conteniendo las ganas de hacer o decir algo.

—¿Cómo…?

—¿Lo sé?, Fácil las marcas de tus uñas clavadas en tu palma, las ví cuando te colocaste el mechón de cabello tras la oreja. Y se que te contienes algo porque eso mismo lo hace Nash.