Disculpe, señorita.
"Mi frialdad es la más auténtica huella de mi gran dolor. Un reclamo que sale a gritos silenciosos de lo más profundo de mi alma. Una soledad que pide compañía en su más destroza agonía"-Belosnezkha.
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Adhara.
-¡¿Qué?! -dice una alarmada y muy enojada Marjorie-. ¿Usted me está viendo la cara de tonta? ¡Ja! Quédese con su collar, no pagaría tanto por él cuando sé que ese no es el verdadero precio.
El señor, que es un italiano de ojos negros y piel ya algo arrugada, nos mira a las dos con desespero y nerviosismo. Éste le ha hecho señas a los seguridades de que él resolvería el problema.
-Signora...
-Ya no lo quiero, señor.
-Si no lo vas a comprar, salgamos de aquí -dije intentando terminar de una vez por todas la discusión que sinceramente ha comenzado la misma Marjorie, es obvio que ese collar no es nada barato, nada de lo que está aquí dentro lo es y está parece no saber de ello.
Marjorie vuelve a mirar la joya plateada con un diamante azul en forma de gota de agua, al mismo tiempo que la campanita de la puerta suena avisando que ha entrado alguien.
-Será ladrón el viejo éste -masculló.
-Marjorie, por favor, déjalo así...
El joyero mira hacia la derecha, al notar a la otra persona que ha entrado.
-¿No se ha puesto a pensar usted, señorita, que tal vez el precioso es razonable ante tal joya? -preguntó el hombre desconocido que acababa de llegar. Éste pone su antebrazo sobre el mostrador de cristal, uniendo su mano con la otra. Esta vestido elegantemente de negro, y al igual que el joyero, es italiano, lo noto porque a pesar de que haya hablado portugués el acento italiano lo delata.
Estoy loca por gritar: " ¡Viva Italia!" me encanta encontrarme con personas con mi misma nacionalidad, pero, si hago aquello en este momento estoy segura que Marjorie se va a enojar más.
-¡¿Y quién le ha dado vela en este entierro?! -refunfuña mi amiga pero eso no inmuta a aquel hombre. Marjorie vuelve a mirar al joyero-. E visto este mismo collar en otra tienda y el precio no era tan alto, ¡Joder!
La situación ya empieza a incomodarme, y miro al pobre señor que está detrás del mostrador con pena, por suerte no hay más cliente.
El guapetón mira con una sonrisa burlona a Marjorie, para luego mirar al señor con familiaridad.
-Step, pásame el collar, por favor. -pidió sin dejar de mirar a Marjorie, la cual lo vuelve a observar con fastidio.
Ha cambiado mucho, si fuera la misma de antes ahora mismo estaría babeando por el italiano... por el bombo que está frente a ella, pero no, ya no es así.
-Aquí tiene, señor Lombardi.
El señor que ahora sé que se llama Step, deja sobre la vitrina un porta joyas en forma de cuello de color negro con el collar por el que Marjorie esta cuestionando el precio, que sin duda su precio esta muy elevado, y que por más que discuta ambas sabemos que al final no podrá obtener.
Lombardi, que no tiene nada de señor y que de seguro Step lo llamó así por respeto, pasa con delicadeza sus dedos por la piedra hermosa del collar.
-Tal vez han entrado a la joyería equivocada, si no fuera así, no estaría usted tan enojada. Cada cosa que hay en mi tienda es importada y ninguna de ellas son baratijas. Ahora le pregunto, ¿Está segura de que aquel collar que vió está hecho con los mismos materiales que este?
Marjorie por fin parece caer en cuenta de que aquello no es una simple piedra sostenido por algo que ni siquiera podría oxidarse.
-Disculpen la molestia, señores, ya nos marcharemos. Vamos, Marjorie.
Le doy un empujoncito al ver que no se mueve.
-Lo siento, señor Step. -Se disculpa con una sonrisa nerviosa.
-No se preocupen, me ha pasado varias veces ya. Tengan una bonita tarde.
Marjorie, con una gran pena camina rápidamente hacia a fuera dejándome a mí detrás, sin volver a mirar al dueño de la tienda el cual sin alguna expresión la mira hasta que ésta desaparece por la puerta de la entrada cristalizada.
Cuando ya estamos un poco alejadas del local, exploto; comienzo a reír sabiendo que ésta me está mirando y también escuchando.
-Te lo dije, tonta, te dije que esa joyería no tenía pinta de vender nada barato. ¡Es que solo échale un ojo! ¿No es demasiado lujosa como para darse cuenta? -Pongo mi mano derecha sobre mi pecho y sigo riendo. La situación allí dentro tenía mucha tensión pero todo se volvió cómico cuando la expresión de Marjorie pasó de enojado a vergüenza.
-¡Sssh! ¡Esto me pasa por tonta! -Me toma del brazo haciéndome caminar aún más rápido-. Hay más tiendas; seguro encontraremos algo parecido y no tan caro, vamos.
-Pero no vayas a discutir otra vez, por favor.
...
Suspiro, ninguna salida de compras puede hacerme olvidar todo para siempre, solo en su momento, luego de que vuelvo a la realidad ya no.
Hace una semana estaba en la casa de Abdel, pasada un poco de tragos; todo porque Emma dejó su muñeca, lo cual, que estoy casi segura de que fue algo planeado entre mi morena y la remolino esa. Pero quería ir y no tenía el valor, claro que quería ir.
Volví a mirarlo a los ojos, y cuando lo hice pude ver más allá de la rabia que cargaba en ese momento ¡Dios mío! Lo hecho trizas, esa mirada dulce, acaramelada, se podía notar una chispa de amargura.
Después de tanto tiempo volví a sentir su tacto sobre mi piel y un escalofrío cubrió mi cuerpo, en ese momento me di cuenta de las tremendas ganas que tengo por volverlo a tener cerca pero paró y dijo que tenía que irme, era justo para mí pero para él no.
En mi bolso llevo aún su regalo de cumpleaños, no me atreví a dárselo, como siempre fui una cobarde de lo peor; lo estoy mirando mientras que estoy apoyada del ascensor de la agencia, ya que tengo la cartera semi abierta. El ascensor se detiene y al abrirse la puerta, cuando voy a salir un niño se tropieza conmigo; su pelo es rubio y su piel es clara, no están pequeño, pues parece de poca edad pero es algo alto.
Una mujer de pelo castaño lo toma del brazo y suspira tras decirle algo en ruso, para luego mirarme con una sonrisa y decir:
-Disculpe, señorita. Le he dicho que no corriese pero no me hace caso.
Su acento me hace recordar el habla de Abdel, solo que el de la mujer que tengo en frente está más pronunciando, haciendo que al hablar portugués lo haga de una forma mediocre.
-Lo siento. -Se disculpa el niño.
-No se preocupen. -Sonrío mirando al niño. Se me hace que es un remolino igual que Emma.
La mujer me mira extrañada por un momento, como si me reconociera.
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó.
-Adhara Russi.
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Sweet love© (Libro 2)
Romance-Estás enojado. Mis ojos, los cuales se habían cerrado tras aquella sencilla caricia, se abren al sentir como aquel tacto con el que he soñado durante días desaparece de mi piel. -Y tú borracha. No sabía el poder que tiene en mi tan solo un toque...