| Capítulo narrado por Marjorie|

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"Hay veces en que las personas más lastimadas son las más bondadosas. Quizás un corazón herido entiende como no causar dolor en los otros" —Charles Chaplin.

Marjorie.

Comprendo que mi intento de ser una mujer libre de compromisos amorosos había fallado completamente, eso era más que obvio. Pero al menos lo había intentado, que es lo más importante, ¿Oh, no?

Aunque en el pasado —porque es pasado—, cuando estaba llorando por un hombre no pasaba mucho tiempo para estar con otro y volvía a la misma rutina: llorar y decir que en verdad lo quería para luego conocer alguien más al poco tiempo. En verdad me había cansado de lo monótona que se había vuelto mi vida, tanto así que ni siquiera babie cuando ví a Giovanni por primera vez en la joyería, ni la segunda y tampoco la tercera; ni por él, ni por nadie.

Pero Giovanni Parisi me aparecía en todos los lugares habidos y por haber. Era como una maldita mosca que se escabullia en cualquier citio que estubiera, y todo por obra de la tan apreciada casualidad. ¡Por Dios! Como lo detestaba  cuando me miraba con esa sonrisa burlona, recordándome el show que había hecho en su tienda; quería ir por el puñetero collar y ahorcarlo con él mismo.

Pero las cosas comenzaron cambiar ya desde hace poco tiempo. Sí había conseguido el collar pero era al rededor de mi cuello en el que se encontraba y no en el de él. Giovanni había tenido el valor de entregármelo una noche en la que salí extremadamente enojada de un restaurante al que había ido a comer sola; enojada porque él estaba allí con unas cuantas personas y me había estado fastidiando la paciencia. No me importó ni siquiera el hecho de que estaba lloviendo tan fuerte que parecía que el cielo iba a caerse, a él tampoco porque salió detrás de mí y, en una de esas, le lancé mi zapato y le pegué justo en su frente, haber si así me dejaba de una vez por todas en paz.

La lluvia no parecía querer sesar, todo lo contrario, mientras miraba con furia al Italiano, parecía hacerse más fuerte. Aún así, él se acercó a mí con mi zapato en su mano derecha y me pidió escusas por su forma de tratarme, y de un momento a otro sacó una cajita que llevaba en el bolsillo de su chaqueta, la cual ya se encontraba en papada de agua, y me dijo que como la  mayor parte del tiempo se encontraba conmigo lo había estado llevando con él esperando el momento en que me volviera a ver. Que no había dejado que se vendiera el collar porque desde el día que entré a la tienda desperté algo en él que ninguna otra Brasileña, o cualquier mujer del mundo, había despertado.

Es algo muy cliché, ¿Cierto?

A la Marjorie de antes eso la hubiera arrodillado, pero a la de ahora... no.

—¿Por qué me miras así? —pregunté, sentada del otro lado de la isla de la cocina del departamento de Giovanni.

Éste me mira como si me estuviera analizando, como si comprobara que estoy en mi sano juicio. Su antebrazos están sobre la isla de mármol, y mantiene su rostro inclinado hacia la derecha.

—¿En verdad ya somos novios?

Su pregunta tiene mucha lógica. Podía sentir su confusión perfectamente, pues, aquello de ser novios no estaba claro antes de que viera a Abdel en la entrada del edificio, y no por nada malo, simplemente había tomado la decisión en un momento algo extraño.

Había salido con él, y ya conocía sus sentimientos sobre mí, pero me había negado en ser su novia durante todo este tiempo y que lo confesara así sin ni siquiera haberlo hablado antes con él pudo haberle hecho pensar que solamente estaba mintiendo.

Le sonríe tras un suspiro.

—No me malinterpretes, amore mio, pero no entiendo la situación —dijo. Sus ojos grises me miraban con esperanza, causando cierta ternura en mí.

Mis pies descalzos tocaron el piso frío al levantarme del asiento, me acerqué a él y sin ni siquiera pensarlo dos veces, con mis piernas de cada lado, me senté sobre su regazo; mi espalda tocó el borde de la meseta al mismo tiempo en que mi mano izquierda acarició su mejilla.

Señoras y señores, no sé que estoy haciendo, pero nada de esto, en verdad, no se siente igual que con los demás.

Mis labios se posaron suavemente sobre los suyos, y sintiendo como la piel se me erizaba, hundí mis dedos en su cabello castaño. Por increíble que pareciera, este era nuestro primer beso a pesar de que su boca ya ha estado en otras partes de mí cuerpo, y aún así, se siente como la gloria.

Las manos de Giovanni fueron subiendo por mis muslos, tocando el borde de mí vestido de verano con estampado de  flores que a penas cubre mis piernas bronceadas; sus dedos envían cierta electricidad por mi piel que  llena mi pecho de una sensación que hasta ahora me  era desconocida. Su lengua, su exquisita lengua,  se adentró a mi boca y empezó hacer algún tipo de danza con la mía.

Si hubiera sabido que los besos de Giovanni sabía a chocolate —un chocolate muy embriagador, por cierto—, lo hubiera besado mucho antes.

En el momento en que sus palmas apretaron mi trasero un gemido salió de mi boca quedando ahogado por la suya. Tuve que parar el beso; ya se me estaba haciendo incapaz poder respirar con normalidad.

—El asunto ya me quedó muy claro —dijo, con su respiración hecha todo un lío.

Río y abro míos ojos.

—Espero ser la primera mujer que te pide que seas su novio  —bromee.

Sus ojos se llenan de brillo, y sus labios se lardea en una sonrisa cómica.

—Aunque no lo sepas, haz sido la primera en muchas cosas, Mar. —Su mano derecha removió un mechón reverde que se empeñaba a estar a un lado de mi rostro—. Empezado por aquella vez en el la joyería, cuando me miraste con esos ojos que parecían que iban a votar llamas, y con chulería me dije que quién me había dado vela en ese entierro.

Comencé a reír más fuerte.

—¡Oh! Y como olvidarme de aquella vez que me sacaste el dedo del medio, para luego amenazarme que me ibas a matar. —Su mano aterrizó en mi culo, dándome una nalgada que en vez de deter mi carcajada, la aumento mucho más—. Sigue riendo, atrevida, sigue riendo.

No podía mirarlo,  no con los ojos cerrados por causa del ataque de risa.

—Pensé que luego del zapataso que me enviaste aquel día llovioso, las cosas se habían apasiguado, ¡Pero no! Luego me pisaste el pié tan fuerte que creí haber tenido algún dedo roto. Claro que has sido la primera en muchas cosas. —Él por igual río levemente—. También habías sido la primera en enviarme rosas disculpándote por tanta agresividad. La primera que me ha hecho sentirme nervioso, y que conste, Giovanni Parisi nunca había tartamudeando frente a una mujer.

Mi carcajada disminuyó lentamente, y volví a mirarlo a los ojos, necesitaba mirarlos  porque debía ver esa seguridad en ellos para no sentir esa sensación inevitable de que solo jugaba conmigo.

Giovanni se dio cuenta de mi miedo, pero no me juzgó ni siquiera con algún tipo de expresión, simplemente se acercó a mi oído derecho y susurró en su idioma natal algo que ya me había dicho día atrás:"Non é mai troppo tardi per essere felici, mio amore"

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Hola, hola, de nuevo.

Como había tardado tanto tiempo en actualizar decidí pública un capítulo desde una pequeña parte de la perspectiva de nuestra loquilla Marjorie, para poder agarra mejor el hilo de la historia.

Siento mucho la tardanza.

Espero que le haya gustado, corto, pero hecho  con mucho amor.

Sweet love© (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora