| Capítulo 29 |

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Divina fantasía.

"No quería tocar fondo, juro que no quería colapsar de nuevo, no otra vez; pero ahí estaban una vez más esas malditas voces en mi cabeza empujándome a ese oscuro orificio que no parecía tener fondo alguno" —Belosnezkha. 

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Adhara 

—¡Mentira! ¡Eso no es verde, tramposo! —dije inmediatamente al ver lo que señaló, pues el juego que hemos comenzado se trata de adivinar un objeto que el oponente haya escogido tan solo con la pista del color que tiene éste. 

El movimiento que hice con mi mano causó que una gota de vino cayera de picada al suelo. 

—Claro que lo es, sin duda lo es —respondió, negándose a aceptar que ha jugado mal por quinta vez. 

Tomo una de las piedras hermosas que están dentro del jarrón de cristal transparente.

—Que no, que no. Es azul aguamarina. —Pongo la piedra frente a sus ojos, lo más cerca que se puede—. ¿Lo ves? 

Éste la mira con extrañeza. 

—Lo sigo viendo verde. ¡Ay, ya no puedo más!  Cuando digo un color resulta que no es el color que he mencionado. ¿Cuántos colores pueden diferenciar ustedes las mujeres? —Levantándose del sofá negando a seguir con esto. 

Comienzo a reír. Realmente lo divertido del juego es ver su cara de enojo. 

Abdel camina hacia la baranda, una vez allí se encorva  dejando así sus antebrazos sobre el pasamanos de metal mirando hacia  frente. 

Estamos en una fachacha que queda atrás de la cabaña, y está misma se se encuentra una montaña rocosa no tan elevada.  Los árboles a nuestro alrededor se mueven violentamente. El olor a agua salada es relajante. 

Dejo mi copa sobre la mesa de estar y me levanto por igual. Mi cabello está totalmente suelto y la brisa se aprovecha de esto para mover cada mechón en conjunto. Me acerco más al borde de las barandillas, justo al lado de Abdel y paso mi mano por su espalda.   

—¿Quieres bajar allí? —preguntó,  señalando la arena del mar. 

—¿No es peligroso a esta hora? —Éste niega con su cabeza. Miro el camino rocoso que forma una especie de escalera, está está iluminada por pequeñas farolas para evitar posibles caídas por alguna cosa mal puesta que no se pueda ver. 

—Mira, lastime farolas llegan hasta allí, no está oscuro. —Señaló—. Ven, vamos. 

Éste empezó a caminar de delante de mí, en dirección hacia los escalones. 

Ya hace rato que me he quitado mis tacones, así que se me hace más fácil al bajar los escalones, pero me detengo inmediatamente y Abdel lo nota. 

—¿Qué sucede? —preguntó, mirándome. 

—¿Y sí se me clava un Erizo de mar en los pies? —dije asustada. 

Abdel mira mis pies descalzos y se da la vuelta. 

—Sube. 

—¿Qué? 

—Sube a mí espalda.

Lo dudé por un momento al pensar que se podría caer conmigo bajando el resto de escalones que faltan por bajar, pero éste pareció leer mi mente y me tranquilizó. No me costó nada subirme a él ya que al estar en un escalón antes que el suyo se me facilitó; enrede mi piernas a su cintura y pasé mis manos por sus hombros. 

Sweet love© (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora