| Capítulo 08 |

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Abdel, preciosa, Abdel.

"Claro que lo sabía. Aún sabiendo que tu presencia gritaba peligro yo quería que tus brazos fueran mi eterna seguridad"—Belosnezkha.

🦋

Adhara. 

Flaqueo, ahí en el mismo instante en que sus manos atraparon mi  cintura me consumo, me debilito completamente, él lo nota y disfruta ver como me disuelvo tan solo con su tacto. Sus labios besan mi cuello, mis hombros y el entremedio del escote que deja ver mucha piel, dejando así humedad por donde quiera que besa con delicadeza como si estuviera esperando a que yo pare el momento pero no puedo hacerlo, ya le he dado el permiso de que haga de mi cuerpo su caramelo preferido. Sus manos ahora flotan por mi espalda y caen sobre mis nalgas apretándolas con fuerza mientras que sigue besando el valle de mis senos ahora con más ganas.

Suspiro.

Como lo he extrañado.    

—Prométeme que no me dejaras sin tu amor —pidió. 

Él ni siquiera debería de tratarme así, como si no lo e herido, pero lo está haciendo.

—Abdel.

Su mano derecha abre paso entre mis piernas y sube hasta tocar mi sexo cubierto por la tela de mi braga pero eso no evita que sus dedos se muevan sobre ella.

Jardeo y aprieto mi mano sobre su brazo.

—Tócame, Adhara, también te necesito. —Pidió con voz excitada. 

El momento  no está para pensar en que estoy haciendo mal en dejar que esto siga. No está para pensar que tan solo unas cortinas nos dividen de un grupo de personas, de la mujer que vino con él. Es que de repente, en el momento no me importa que pueda pasar luego y al parecer él tampoco le interés 

Mi mano con un desespero el cual yo desconocía,  se introduce en su pantalón y bóxer tocando por fin su erecto pene y con mi otra mano tomo la de él, la misma que tiene entre mis piernas, y sin nada de vergüenza pero sí con mucho deseo la introduzco por debajo de mi tanga y lo escucho gruñir muy cerca de mi oído. No espera ni siquiera segundos para comenzar a pasear dos de sus dedos por los pliegues de mi vagina hasta abrirlos y meterlos entre ellos ahora acariciando mi clítoris. De mi parte, mi mano está enrollada en su miembro moviéndose de arriba hacia abajo a la misma velocidad con la que él ha comenzado a masturbarme con sus dos dedos.

—¡Oh, Dios! 

—Abdel, preciosa, Abdel.  

Mis ojos, los cuales estaban cerrados, ahora buscan los de él y los encuentran; esos ojos mieles que tanto me gustan están cegados por la lujuria y el morbo que el momento nos da, me observa, y parece excitarlo más mis jadeos que salen constantemente de mi boca. Sin dejar de mirarme retira su mano de mi sexo y hace que haga lo mismo con el suyo, besa mi cuello apasionadamente y se mueve para quedar ahora frente al mueble y sentarse dejándome a mí parada frente él con la respiración acelerada.     

Parpadeo varias veces, comienzo a sentirme nerviosa bajo su atenta mirada. Aprieto mis manos y éste sonríe.   

—¿Nerviosa, señorita Russi? 

Pienso si contéstale, pero, ¿para qué? él ya sabe la respuesta de aquello. Para ser sincera,  no tengo ni idea de porque de pronto me he puesto así. 

¿Por qué seremos tan cabezas duras? ¿Por qué?

Sus dedos rozan mis piernas suavemente,  sigue esperando a que diga que no podemos hacer esto, lo sé, lo siento, lo noto en su mirada.

Sweet love© (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora