| Capítulo 30 |

82 9 2
                                    


Hacernos el amor.

"Mi perdición no fue haber amado, fue haberte amado a ti" —Belosnezkha. 

🦋


Adhara. 

Definitivamente me siento entre las olas, dejándome llevar con cada toque, con cada beso, mordisqueo y lamida. Mi paladar está salado, demasiado, pero aún así es toda una maravilla besar sus hombros desnudos empapados de agua sin importar el sabor de ésta porque sobre Abdel me parece una delicia total. 

Parece mentira, pero ni siquiera me había dado cuenta cuando éste empezó a caminar hasta salir completamente del agua; ya para cuando lo noté éste comenzaba a posarme sobre la arena blanca.

¡Válgame Dios, tendremos arena incluso hasta donde ni siquiera nos podremos imaginar! 

Sus labios, sus preciosos labios húmedos, han tomado los míos con destreza, como si necesitaran de aquel tacto tan apasionado; no es un beso lento, es un beso colosalmente arrebatador que nos hace jadear por falta de aire. 

La mano derecha de Abdel comenzó a viajar desde mi pierna hasta mi seno, tomándolo así entre su gran palma, estirando mi peson, frotando y apretando mi teta hasta causar un leve gemido de mí parte. Mis dedos salieron de entre su cabello mojado cuando éste empezó a bajar, deslizando su boca por mi cuello no sin antes morder mi barbilla. Por un momento pensé que se detendría a consentir mis pezones erectos, pero no fue así, siguió bajando cada vez más y más haciendo que inconscientemente yo abriera mis piernas. 

—Hmm, no tenía ninguna fantasía hasta que llegaste tú —dijo, con voz áspera. Besa mi monte de Venus y me mira sin volver hacer algo más—. Comenzó con tenerte dentro de la habitación de espejos cuando comentaste aquellos de tus dos fantasías, y luego de eso, fantaseo con tenerte así siempre. Ya me encuentro cumpliendo tu última fantasía, pequeña, ¿Cumplirás tú la mía?  

¿Cómo pretende que pueda contestarle ahora que su dedo empieza a manipular mi torre de control de una manera enloquecedora

Quise cerrar mis muslos, pero el cuerpo de Abdel no lo permitió. Sabe justo donde tocar para provocar esa electricidad en todo mi cuerpo que hace escoger los dedos de mis pies y manos. 

—Vamos, contesta, cariño. 

Mi piel se hizo de gallina al sentir aquella estimulación más estremecedora causando que omitiera un sonido de placer. Mi pierna izquierda fue a parar sobre el hombro de Abdel, aquel movimiento fue provocado por él mismo y, después de aquello, no tardó en palmear mi trasero. 

—Dimelo, ¿Lo harás? —insistió una vez más. 

Asentí con mi cabeza pegada a la arena. 

—Sí... Sí lo haré —dije a puro pesar. 

Su lengua comenzó a lamer desde el inicio de la abertura de mis labios mayores hasta mi monte de Venus, despacio, como si quisiera que sintiera cada sensación que provoca aquello.

—¿Segura? —preguntó, aún pegado allí, haciendo que su aliento chocara contra mí.

Suspiré.

—Muy segura —contesté.

Su mano apretó mi pierna, la cual aún mantiene sobre su hombro. Su lengua volvió a deslizarse, solo que está vez justo en mi centro húmedo;  el dedo que ha mantenido allí en mi vagina empieza a moverse otra vez, hacia dentro y hacia fuera seguidamente. Mi cadera parece tener vida propia ya que esta se levanta en busca de obtener mucho más de aquello que Abdel está haciendo en mi ya empapada hendidura. Mis manos atraparon la arena en un puñado y sentí cómo aquella fina tierra se entró en cada una de mis uñas, pero no me importó, no paré de estrujar aquellas arenillas como si de sábanas trataran.  

Sweet love© (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora