5: Amenaza.

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         Despertó y  con su mirada divagante descubrió algunas telarañas en las esquinas que unían al techo con las paredes de su dormitorio. Un tanto desorientada, se convenció que debía limpiarlas cuanto antes. Su cabeza daba vueltas y el dolor era insoportable, por lo que bajó con cuidado de su cama y corrió directo al baño; cuando acabó la misión, sintió un verdadero alivio o al menos eso creyó pues se tumbó en la cama aún con malestar. 

       Como pudo encendió el celular y verificó un mensaje de su superiora: "hoy no le toca turno, Park". Experimentó paz al saber que no era necesario presentarse a la delegación con esa horrible resaca.

"Lo último que recuerdo es que estábamos comiendo, creo que bebí demasiado alcohol. Quizás el  alcohol que pude haber tomado en un año lo tomé en una sola noche. Bueno, la verdad es que con una sopa caliente se me pasará. Pero... ¿Cómo es que tengo ropa para dormir puesta? Si hubiese sido Soul la que me trajo aquí, jamás me habría cambiado la ropa". Pensó.

     Eso era cierto pues su compañera conocía su poca tolerancia, por lo que ya estaba cansada de tener que ir a dejarla a su casa. A pesar que Park Chaewon juraba que cambiaría su relación con el alcohol, Jinsoul nunca volvió a hacerle el favor de cuidarla luego de una fuerte borrachera; ella alegaba que no era su responsabilidad aunque  hace muchos años, nacía de Jinsoul ayudarla. 

     La pelinegra salió del cuarto de su pequeño apartamento en dirección a la cocina. Sobre la encimera se encontraba una bolsa de papel desconocida. Chaewon la abrió con cautela pues no recordaba haberla visto antes. Dentro habían unas cuantas naranjas, kiwis, manzanas y suplementos. Además una nota un tanto arrugada decía: "Espero que a la próxima controle su sed de alcohol y sus acciones, jefa Park. Coma y descanse bien".

"Quien la escribió me ha llamado jefa... Soul jamás habría hecho esto por mí pero es la única que sabe cómo entrar aquí... No recuerdo nada, ni con quién me quedé. Quienquiera que haya sido tuvo un lindo gesto. Como sea, por seguridad debo cambiar la contraseña".

Suspiró y se dedicó a preparar su desayuno - almuerzo en completa tranquilidad.

*****

      En un rincón escondido en la zona metropolitana de Seúl, se ubicaba un pequeño edificio abandonado que servía como refugio para animales y especies vegetales de un sector marginal, el destrozo en el lugar era evidente. Alguna vez fue una fábrica de ataúdes de madera en sus años de gloria. La presencia humana  lo desvalorizó, pero la naturaleza lo acogió poco a poco con sus tonos verdes.

   Una figura femenina entraba con absoluta confianza por la estrecha puerta colmada de ramas y cubierta con una ligera capa de tierra; bajó hasta el sótano de la construcción y tomó del suelo un envase vacío de cerveza. Sujetó la botella hasta estrellarla con fuerza en una pared de hormigón y una sonrisa de satisfacción decoró su rostro al ver  los trozos de vidrio volando por el aire. A pocos metros de distancia y hacia la izquierda, escuchó un grito de furia:

    — ¡¿Qué mierda te pasa?!

    — Hola. Esta es mi nueva forma de saludar — dijo apenas audible.

    — Que irreverente... como siempre — se quejó masajeando sus sienes.

     — Y bien, ¿para qué me citaste aquí?

     El hastío y la tensión eran evidentes entre las tres mujeres que se veían con absoluta desconfianza. La autora de aquella escena estaba acompañada por dos personas vestidas de negro: 

     —¿Has averiguado algo más?

    La interrogada sacó de su mochila un sobre de manila con unos pocos documentos dentro. Se los tendió con desprecio a la solicitante y esta los tomó cuidadosa. Ambas se sentaron frente a frente sobre unos ladrillos apiñados en el recinto. La tercera mujer  se paseaba con recelo en medio de la tétrica oscuridad de lo que una vez fue la popular fábrica de féretros del pueblo.

     —¿No te da vergüenza darme solo esto? Te has superado a ti misma —  escupió despectiva arrugando los papeles.

     — ¿Qué? ¿No estás satisfecha?

   — ¿Crees que esto me sirve? Es inútil, como tú. 

Irritada, tiró al suelo el documento y lo pateó. 

   —Ni siquiera se tienen los resultados del atentado pasado en el que mandaste a matar a aquellos hombres y  ya estás pidiendo explicaciones, Chuu.

La joven la fulminó con la mirada y le dedicó una sonrisa cínica:

   — Estás dentro de la policía y no sabes absolutamente nada. Que desperdicio eres.

   — ¿Eh? Siempre has demandado cautela, déjame trabajar y te diré a detalle toda la información que necesitas.

    La ansiedad podía ser percibida por las tres presentes. Chuu permanecía en absoluto silencio, manteniendo la mirada sobre su receptora que se excusaba  de sus exigencias. Dejó de prestarle atención por  un momento.

      — ¿Me escuchaste, Chuu? Tendré listos los informes cuando tenga certeza que son los correctos, te los entregaré. Tranquila, dame más tiempo en lo que hago mi trabajo.

      La mirada de Chuu denotaba ira. Sin más, llamó a su acompañante que estaba de espalda a ellas, vigilando la estructura del recinto y escuchando todo lo que hablaban. Era otra joven, aparentemente de aspecto pequeño. Su mano se dirigió directo a su cintura, empuñó su arma y acorraló a quien hizo enojar a su jefa. En tanto, Chuu advertía  aún sentada sobre los ladrillos:

     — Eres tan inexperta e inocente, pequeña tonta. Y pensar que te llaman asistente forense sin estar al tanto de los casos, increíble  —  le hizo señales a su compañera —.  Heejin, sostenla que no quiero que escape.

      La fuerza de la susodicha era cuestionable. Acorraló contra la pared a la chica y aunque su estatura era menor  en comparación con la de la víctima, el que haya estado armada le beneficiaba más que la complexión física. Su aliento chocaba contra el cuello  de la joven. 

   La asistente forense juraba que Heejin tenía sed de hacer correr la sangre que tanto le encantaba a Chuu...


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Nota: Hay algo que descubrir...

Identidades Difusas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora