20: Consuelo.

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      Aquella noche se alargó para la desdichada publicista. Los sollozos y las lágrimas eran su única compañía dentro del coche. Sabía que no estaba en lo correcto al buscarla, pero  guardaba una pequeña esperanza, quería intentarlo sabiendo  que era peligroso. Recordar el pasado era más doloroso que enfrentarse al presente. 

(Flashback).


"Pensé que este día no acabaría. Mis clases han sido muy pesadas pero estoy satisfecha porque pronto me titularé. Fui a la entrevista de trabajo que tenía programada para hoy pero no salí muy bien que digamos. Mañana dejaré mi hoja de vida en alguna otra compañía que me acepte  como estudiante de último año. Cuando llegue a casa le daré la gran noticia a mi Gowon, y también le mostraré los documentos de la compra de la moto que tanto quería... Ojalá le guste saber que nuestro futuro poco a poco se hace realidad".

     Yves caminaba alegre con su pesada mochila y unos cuantos papeles en la mano, introdujo la clave en el apartamento mugroso que apenas podían pagar con sus sueldos de trabajo de medio tiempo. Entró y la llamó alegre pero no hubo respuesta. Gritó una vez más dirigiéndose al dormitorio, estaba en su casa y quería besar a su novia luego de una agotadora jornada.

    — Amor,  adivina quién comprará una moto para llevarte a la universidad, al trabajo y hasta al fin del mundo... ¡Yo! ¡Tu Sooyoung!  — abrió la puerta emocionada con una sonrisa dulce y llena de ilusión, mas este gesto se diluyó hasta transformarse  en una mueca entre pena y enojo.

No lo creía.

No podía pasar.

Jamás lo creyó de su Gowon.

Pero sucedió sin levantar sospechas.

   — Yves, cariño... 

        La ira y el dolor eran tan evidentes en Yves. No iba a insultarla, pues era incapaz de emitir palabra y aunque quería destruir todo,  jamás lo haría porque sabía controlarse. No la lastimaría, porque  la violencia no era un calmante  ni una solución a sus problemas pero no ocultó su asco y decepción. Era claro, su Gowon le fue infiel con una de sus compañeras de carrera.

   — ¡Amor!, ¡amor, Yves! Por favor no te vayas.

"Yves", ese era el apodo cariñoso que le dio Chaewon cuando comenzaron a salir y ella por su parte la bautizó como "Gowon".

     Yves ya no estaría para ella y nadie la sostendría para amortiguar su caída. La rompió en mil pedazos y su imagen idealizada  se esfumó porque su Gowon le falló.

    — Yves, perdóname, por favor...  soy una idiota... 

    Su voz se entrecortaba. Para Yves era tan vergonzoso verla vestida sólo con una de sus  camisetas oversize, y no soportó cuando atrevidamente tomó sus manos con una expresión de arrepentimiento. Rechazó el contacto de inmediato y las lágrimas comenzaron a rodar con más frecuencia, ambas estaban llorando.

    Gowon se arrodilló ante su herida novia y bajó la cabeza en dirección al suelo. Traicionó a la chica que fue su novia durante más de cinco años, quien la apoyó y animó a estudiar la carrera que tanto quería para  trabajar con la policía en un futuro, lastimó a la única persona que le acompañaba luego de la partida de su hermanita pequeña..,  era su único amor que la impulsaba a valorarse y ser independiente, y  ya no estaría más.

    Sentía cómo su cabeza se humedecía al recibir las lágrimas de la joven que se encontraba de pie. No lo soportó más y se aferró a su cintura, levantando la cabeza y llorando mientras trataba de verla a la cara a pesar que Yves la apartaba sin cuidado a patearla. No era intencional, pero quería soltarse.

   — Perdóname... Yves... por favor... — balbuceó aturdida.

    Los golpes no solucionan el dolor, Yves lo sabía pero no toleraba sentir su tacto tibio sobre su cuerpo luego de verla con la que era su compañera de tesis, que por cierto, salió del apartamento disculpándose con una mirada de pena. 

    — Te amo, mi Sooyoung...

No más... Sooyoung no le permitiría pronunciar aquello nunca más...

    La empujó con fuerza y su cabeza impactó contra la esquina de la ordinaria y afilada mesa de la sala que volcó y dejó caer unos papeles y algunas decoraciones de vidrio que volaron por el aire, los cristales reventaron al unísono.

    En ese momento Sooyoung no lo quiso aceptar pero fue el sonido más satisfactorio que escuchó.  La vio tirada en el piso, manchada con su propia sangre y se preocupó, tanto así que tuvo el impulso de ayudarla pero cuando se aproximó a verla Chaewon ya se había levantado aturdida  con la cara y la oreja derecha teñidas de rojo.

    — Lo siento, mi dulce Sooyoung...

    Su aspecto la asustaba y cuanto más se movía más pálida se hacía su tez, estaba letárgica y su respiración se oía pausada, Yves quiso creer que era el efecto de las lágrimas. Chaewon extendió uno de sus brazos para sostenerse del sofá viejo de la habitación y se arrastró como pudo hacia ella. Tropezó en el intento y su oído comenzó a fallarle así que sólo podía guiarse a través de sus confundidos ojos que eran incapaces de enfocar nada más que luces de colores que poco a poco se tornaban oscuras.

    Yves vio los papeles de compra  de la moto llenos de sangre. En cuestión de segundos el cuerpo de Chaewon cedió y en el trayecto se desplomó sobre su cadera en dirección a un afilado cristal de lo que una vez fue un vaso. Se lo clavó sin sentirlo,  y la sangre corrió por aquel cuarto con tanta libertad. 

   — ¡Ha Sooyoung!

Fue el último grito desgarrador que emitió antes de desvanecerse, nublándose su vista con el denso líquido y perdiendo la silueta de quien fue su novia.

(Fin del Flashback).


    — Disculpa, te he visto llorando así que quise traerte este café y un pastelillo. No sé qué tienes, pero pareces estar sufriendo demasiado, eres muy hermosa como para llorar así — dijo una mujer que asomaba por la ventana abierta del coche.

     — Te lo agradezco.

    Tomó la comida y le agradeció por segunda vez sin darse cuenta que se alejaba.  Sooyoung alcanzó a ver que vestía de negro y sus rasgos eran cubiertos por una mascarilla y un flequillo desenfadado, le parecía una chica joven de dulce voz.  Subió a un costoso Mercedes Benz deportivo color cobre, este era precioso  por lo que Sooyoung se distrajo viéndolo avanzar por el parqueo.

    — ¿Quién eres que me has traído esto?

   Observó el regalo y se percató que era un pequeño y delicado pastel con fresas que tenía toques decorativos de oro comestible. No sabía que su restaurante favorito tenía a disposición tan extravagante platillo.

En el café americano frío había un papel pegado, casi deshecho por la humedad del vaso:

"Jiwoo, 82-1009-1211".

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Nota de autora: La historia de estas muchachas es muy dramática y un tanto cliché, lo siento.

Identidades Difusas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora