22: Clímax.

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    — No gracias, no quiero quedarme encerrada en la alcoba de mi jefa.

    — No vamos a mi casa — paró en un semáforo en rojo y se detuvo para besarla —. ¿Cómo ha ido tu día? Amor.

   — ¿"Amor"? — alzó las cejas y se sonrojó. 

   — ¿No te gusta tu nuevo apodo?  — arrancó el coche. 

   — Estoy sintiendo el olor de algo extraño pero no es alcohol.

   — ¿Qué insinúas? No estoy borracha, vengo de trabajar — río alegre.

   — Perdone inspectora Park pero es que jamás se me pasó por la mente que mi jefa me llamara así.

   — Acostúmbrate, amor.

    Sin mediar palabras, Chaewon condujo el desgastado auto que se suponía debía estar dentro del estacionamiento de la delegación. Hyeju no preguntó pero supuso que hizo un trato con Kim Lip para tomarlo prestado durante una noche. 

    — ¿Vamos a la playa? — susurró perdida en el perfil de la cobriza que hacía días cambió la tintura de su cabello.

    — No preguntes tanto, no estás dirigiendo un interrogatorio, Son Hyeju.

    La conductora despegó la mirada de la carretera y la volvió a besar, era peligroso conducir con semejantes distracciones pero no podía contenerse, no era la misma jefa madura y precavida. Se separaron y Hyeju posó la mano en su muslo para trazar círculos sin sentido. 

   — Hay algo distinto en tu semblante, inspectora Park. 

   — No te he visto en días con todo esto del curso y el caso criminal... es natural que quiera pasar más tiempo contigo.

   — Y es curioso que quieras despejarte de toda esa carga laboral vestida con tu uniforme y conduciendo la patrulla más horrible de la delegación — enganchó su mano en su muslo haciéndole  cosquillas.

   — Espera hasta llegar, no comas ansias, Son Hyeju.

   — La que no debería comer ansias eres tú, Park Chaewon.

******

    El salitre del mar las recibió generando en  Hyeju una sensación de paz, era la chica más afortunada del mundo. Mientras ella se humedecía las piernas en la costa, vio salir a Chaewon de la patrulla estacionada cuidadosamente detrás de una cabaña que  había alquilado como refugio ante los mosquitos e insectos de la playa. 

     La observaba revisar los gastados neumáticos del  descolorido coche y al mismo tiempo se llevaba las manos a la cintura y adoptaba una postura similar a la que su jefa Jungeun exponía en los momentos más inesperados. Después Chaewon se movió buscando algo dentro del baúl.

     Por su parte, Hyeju parecía hipnotizada en ella y se percató de cómo se despojaba de las insignias y la parte superior de su traje policial. Su torso quedó completamente desnudo y su piel blanca relucía bajo la luz de la luna. La cobriza encontró lo que necesitaba: una camiseta desmangada ligera; sin embargo, la parte inferior de su cuerpo no tuvo igual suerte pues se conservó con las mismas prendas: un ordenado pantalón y unas botas de cuero brillosas.

    — ¿Ya comiste?

    — ¿Qué? — gritó Hyeju pues la marea no la dejaba escuchar con claridad —. Ya voy.

    — Subamos a la cabaña, traje algo de pizza y pollo. Sé que no es lo más romántico para esta ocasión pero cuando salí no tuve tiempo de comprar algo mejor y los locales de mariscos están cerrados porque hay marea roja.

Identidades Difusas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora