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Sunoo sólo continuó y continuó mejorando luego de aquellos primeros días, era como si la vida hubiera quitado una traba de su camino, los progresos que antes le hubieran costado meses apenas llegaban a un par de semanas

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Sunoo sólo continuó y continuó mejorando luego de aquellos primeros días, era como si la vida hubiera quitado una traba de su camino, los progresos que antes le hubieran costado meses apenas llegaban a un par de semanas.

Le tomó poco más de un mes poder salir del edificio hacia la calle, si bien no podía evitar sentirse nervioso y mirar hacia todos lados con mucha curiosidad, no tenía nada de pánico, no quería correr, ni esconderse, ni llorar, quería quedarse sentado en aquella banca a pocos metros de la entrada del edificio, junto a Sunghoon, tomándose de las manos y viendo a la gente pasar.

Nadie los miraba, las personas pasaban mayormente con paso apurado y en sus celulares, y eso le gustaba mucho a Sunoo, porque no había miradas que lo pongan incómodo, le hacía pensar que solo era uno más, casi invisible y que nadie le haría nada, cosa que lo tranquilizaba enormemente.

Muchas veces, se pasaron largos ratos allí, sentados juntos, quizás escuchando algo de música en un par de auriculares compartidos, mientras el mayor posaba su cabeza sobre el hombro del pelinegro, y sonreía mientras sentía que por primera vez en mucho tiempo, podía salir al mundo exterior, y verlo de una forma nueva.

Ya no era el mundo lleno de miedo, gente mala y cosas terribles y desconocidas que veía hacía unas semanas, ahora todo parecía más familiar y mucho menos aterrador, al ver las calles casi podía recordar pasear por ellas, sólo, o con Sunghoon, o con alguien más, pero era libre. Ahora más que nunca estaba cerca de aquella libertad de nuevo.

—Se está haciendo de noche, Ddeonu — le dijo Sunghoon, viendo que el pelirosa se había distraído con los colores naranjas y rojos del cielo, empezaba a refrescar un poco, su estaban sentados en aquel lugar —. Es hora de volver a casa.

— Dónde tu estés es mí casa — dijo Sunoo, con un puchero, mientras se abrazaba a su cintura.

Sunghoon soltó una risa y dejó un beso sobre su esponjoso cabello.

— Prefiero una casa donde haya una cama calentita y un buen ramen instantáneo esperándonos, bebé — dijo por lo bajo, Sunoo asintió levemente, así que el pelinegro solo tomó su mano y volvieron a su cálido hogar, donde el menor dio lo mejor de sí para hacer del ramen instantáneo algo mucho más decente, mientras Sunoo lo abrazaba por la espalda viéndolo cocinar, apoyando el mentón sobre su hombro.

— ¿Cuándo vas a enseñarme a cocinar? — preguntó el pelirosa.

— Temo que no soy un gran experto en habilidades culinarias, Sunoo — dijo el pelinegro, con una sonrió boba —. Solo sabré cocinar tres cosas bien: este ramen, arroz y hielo.

Sunoo soltó una carcajada y le dió un leve golpe en la espalda.

— Me has cocinado más que esas tres cosas, tonto— dijo, volvió a acomodar el abrazo—. Recuerdo un poco... Tú solías decir que mí comida siempre salía más dulce porque yo era muy dulce... Y por eso gustaba tanto.

— Cocinabas excelente, Ddeonu — dijo Sunghoon sin pensarlo, de inmediato se arrepintió por decirlo en pasado—. Lo siento, bebé... No te preocupes, te voy a conseguir el mejor libro de cocina del mundo y vas a poder hacer todo.

Se volteó hacia él para dejar unos cuantos besos en su rostro, haciéndolo sonreír, Sunoo se los devolvió con cariño, sin tardar mucho, comenzaron un intercambio de besos, recorriendo la boca del otro con calma y libertad, mientras sus mejillas se hacían cada vez más rojas, comenzaban a escucharse esos leves chasquidos y las reparaciones pesadas de ambos.

Las manos del menor fueron hacia la cintura del mayor, acariciando un tramo de sus curvas y acercando sus cuerpos, notó que Sunoo de tensaba ante ese tacto y un leve quejido quedaba ahogado en sus labios, así que cortó el beso y separó sus manos de la piel del pelirosa.

Sunoo bajó el rostro y se escondió en el pecho del pelinegro, quién dejó leves mimos sobre su cabello.

— ¿Estás bien, lindo?

— Mhm... — murmuró por lo bajo, Sunghoon lo abrazó suavemente, dejando un beso sobre su cabello.

— Lo siento, bebé.

— No te preocupes... — lo escuchó dar un suspiro tembloroso, no estaba listo para un paso tan grande como el que había insinuando el menor sin querer, ambos se habían dejado llevar un poco de más por el momento—. No estuvo tan mal tampoco, Sunghoonie... Me gusto— añadió, para hacerlo sentir bien, logró que el pelinegro se sintiera un poco menos culpable y sonriera mínimamente.

— Estuvo lindo, Ddeonu — confirmó Sunghoon, permaneciendo en el abrazo con cariño, hasta que ambos se sintieron mejor.

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