Ambos guardaron silencio nuevamente y prestaron atención a Engla y Daven, pero al ver que todavía no tenían intenciones de acordarse de que ellos también existían, Abel habló otra vez: -Me recuerda a la vez que vi una auténtica arpía. No sé en qué sitios habiten, pero en una ocasión, cuando yo era algo pequeño, me extravié en mi propio jardín. Es un sitio muy grande, así que en parte está justificado, jaja. El punto es que, en lo que buscaba el camino de regreso, la arpía apareció volando, y me empezó a perseguir. Gritaba mucho, y me asusté, pero me pude esconder hasta que se cansó y se fue. Luego de eso mi hermana me encontró y me llevó de regreso al castillo.
-¿Y qué es lo que gritaba?
-Un nombre: Aren. Tiempo después me enteré de que significa "águila", así que supongo que había perdido a su cría y lo estaba buscando.
-Oh. Yo no habría podido llegar a esa conclusión. Pero, Aren es un nombre bonito.
-Sí, también me agrada, aunque supongo que porque suena parecido al mío. Pero el lado bueno es que ese hecho me impulsó a estudiar más acerca de la onomástica. Es un tema interesante.
Erik observó por unos segundos a su compañero. En realidad era un chico bastante agradable aunque pareciera un poco loco. Todavía era bastante inocente para un entorno cruel como el que los reinos humanos propiciaban, pero el helanés no estaba seguro si esa inocencia debía ser protegida o eliminada. Después de todo, sabía del mito de un Abel que también era inocente y tuvo un final trágico, pero como no estaba nada detallada esa historia, no se podía sacar una conclusión de cuál habría sido la forma de salvarlo.
Sin embargo, sus reflexiones filosóficas fueron interrumpidas cuando Engla y Daven por fin se acercaron a hablar con ellos. Después de las pertinentes presentaciones (que no voy a repetir porque las formalidades me dan flojera), el príncipe selkie dijo: -Engla ya me explicó todo. Y hemos decidido que escaparemos juntos, pero no sabemos dónde sería una buena opción.
Al oír esto, por alguna razón Erik sólo pudo decir una palabra: -Toivonpaikka.
Los otros tres lo miraron un poco sorprendidos, y la princesa preguntó: -Eso es muy lejos, ¿por qué hasta allá?
-No es sólo por la lejanía. Ese es el lugar que te mencioné: donde los humanos y los seres mágicos son aliados y viven en paz. Es perfecto para que vivan tranquilamente. El problema es que prometí al rey que ni yo ni ningún otro helanés volvería a pisar esas tierras, así que no puedo llevarlos, ni pueden usar un barco que lleve nuestro escudo, y el de Kallioinenmeri está fusionado con el de Heland desde hace diez años.
-Para peor, Kylmä maa no tiene acceso al mar, por lo que tampoco tenemos barcos - agregó Abel.
Daven reflexionó y preguntó: -Príncipe Erik, ¿conoce los portales de transportación?
-Sólo de oídas; no teníamos hechiceros en nuestro reino, y con la erradicación de los seres mágicos, ya no hay forma de presenciar a nadie hacerlos y usarlos.
Cual si no importara la respuesta, Daven continuó: -Ya que usted es quien ha estado ya en aquella nación, supongo que habrá algún sitio que recuerde con precisión, o al menos con los detalles suficientes para no confundirlo con otro similar.
-...Sí...
-Entonces, tal vez ni siquiera necesitemos un barco que nos lleve allá.
Erik pasó saliva, y nerviosamente miró a la princesa, que le respondió fríamente, previendo que su sobrino le reclamara otra vez por hacer caso al instinto de reproducción. Por lo tanto, al príncipe de Heland no le quedó otra alternativa: -¿Qué es lo que sugiere que haga yo?
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No hay reinos en el mar
FantasySegunda historia de "La visión del hechicero". Después de volver a Heland, el príncipe Erik descubre que su reino no es el único que debe volver a vivir en paz con los seres mágicos. Corre el año 825 d.C.; Aren es el joven príncipe de Kallioinenmeri...