El narrador renovó su fósforo, y como ya estaba oscureciendo, esta vez lo usó para encender una lámpara que llevaba en un bolso, y así continuó su relato ante los atentos espectadores:

"El príncipe pasó un largo rato tratando de nadar con más soltura, estirando sus brazos con más libertad, y moviéndose de manera más flexible.

Delph lo observaba de lejos, flotando en el agua tranquilamente. La molestia se le había pasado rápidamente al ver que Aren en verdad se estaba esforzando por mejorar; en cambio, se sentía un poco mal por tratarlo duramente, así que no le dió ninguna corrección más.

Cuando Aren se cansó de practicar, nadó de nuevo hasta la orilla. Delph lo siguió, y aunque se mantuvo a distancia, cuando se dió cuenta de que el príncipe lo miraba, dijo: -Lo hiciste mucho mejor. Pero te debo una disculpa por tratarte duramente.

El joven se rió al escuchar lo último: -¿En serio? Me han tratado mucho peor y nunca nadie se arrepintió por eso, no tienes por qué disculparte. Aunque sí das un poquito de miedo cuando te molestas.

El tritón rió nerviosamente mientras jugaba con su trenza, y guardó silencio. Aren lo miró; cada vez tenía más curiosidad por conocer detalles sobre este muchacho.

-Hablando de cosas que dan miedo, ¿qué hay de cierto en que las sirenas comen humanos?

-Nada de cierto. En realidad, a la mayoría les da miedo acercarse a los humanos.

-Oh. Bueno, no sé si los selkies comerían sirenas, aunque algunos dicen que sí, pero personalmente no lo intentaría - murmuró Aren.

Delph rió, pero no dijo nada, así que el mayor preguntó de nuevo: -¿Entonces, sólo usan su voz como lo hiciste para cruzar por la cueva? ¿No cantan para cazar?

-Hmm, a ciertas frecuencias, sí podemos aturdir a otros seres con nuestras voces, pero lo normal es que sólo cantemos para guiarnos en la oscuridad o para narrar historias. No somos carnívoros.

-Oh... los humanos estamos muy paranoicos al parecer - murmuró Aren, causando que el joven tritón volviera a reír.

Después de eso, Delph permaneció callado. Aren tampoco dijo nada, sólo lo observó por unos segundos, dejándose caer al suelo después.

Al no haber indicios de la presencia de otras personas, el muchacho decidió contar algo que había mantenido oculto mucho tiempo: -¿Sabes? Yo nunca me sentí parte de mi reino, aunque no se lo dije jamás a nadie, ni a mi mamá. Y cuando hace unos años escuché que tal vez detrás de la muralla estaba el reino de los selkies, empecé a soñar con encontrarlo, o incluso si no estaba allí, quizás encontraría un lugar para mí. Pero ahora que estoy aquí, creo que tampoco es el lugar al que pertenezco.

El tritón no estaba seguro de entender a qué se refería el príncipe, ya que no había sentido esa desconexión entre su entorno y sus ideales, pero lo veía tan desolado, que sólo quería protegerlo. Se acostó junto a él, y abrazándolo suavemente, dijo: -Estoy seguro de que encontrarás tu lugar. Y si no, lo inventaré para ti.

El híbrido se sonrojó, y guardó silencio por unos segundos, hasta que pudo aplacar su corazón y responder: -Gracias, eso sería lindo.

Delph solamente sonrió.

El ambiente se había vuelto muy tranquilo, sin más sonidos que el del apagado oleaje, casi inexistente por la falta de corrientes marinas, y a lo lejos el murmullo de las actividades de los selkies en las cuevas. Más lejos aún se alcanzaba a escuchar el trino de algún pájaro del bosque, pero parecía más una ilusión que un sonido real. Con esta atmósfera tan pacífica, Aren se relajó mucho, y se quedó dormido al poco tiempo. Delph lo cubrió con la ropa que había dejado cerca, ya que no había otra tela a mano, y permaneció vigilando junto a la orilla del agua, cuidando el sueño de su compañero.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora