Ante los atentos oídos y juzgadoras miradas, Aren narró los hechos acontecidos desde que salió en busca del paradero de Cearbhall hasta el presente, lo cual no es necesario repetir. Cuando finalizó su historia, la incredulidad por un lado y la comprensión por el otro, dividían las opinines de los selkies.
Einar creía en la veracidad de las palabras de su nieto. Su nueva apariencia y la firmeza en su expresión demostraban que el muchacho no mentía. Sin embargo, el soberano tenía un fuerte dilema qué resolver, pues no sentía que las faltas de Aren fuesen tan graves para darle un castigo, pero también debía mostrar que no debían ser toleradas acciones similares que albergaran propósitos más ambiciosos.
Como era costumbre, el resto de los príncipes y princesas comenzaron a debatir qué convenía hacer al respecto, cosa que sorprendió al rey Erik, cuyas costumbres eran muy distintas.
Tras una pequeña discusión, la sentencia fue decidida en breve, y Einar habló: –Aren, evitaste que nuestra nación fuera atacada por los humanos y de llevaste indirectamente algo de justicia por la muerte de tu padre; mas a pesar de tu valor al enfrentar esta situación y salvar el bienestar de nuesto pueblo, tus acciones implicaron deslealtad y engaño hacia tu propia familia. Por lo tanto, y aunque ya renunciaste de manera voluntaria a tu rango de príncipe y al derecho de competir por el trono, decidimos que tu penitencia será el exilio permanente del reino.
El joven sonrió ligeramente y asintió: –Entiendo, es justo y hasta un poco blando para lo que hice.
Erik miró a Aren, un poco sorprendido de que aceptara sus errores. Definitivamente había cambiado mientras estuvo lejos. Quizá era bueno dejarlo ser como era y no tratar de enderezar su camino, sino permitir que aprendiera solo.
Sin embargo, el ahora ex príncipe agregó: –Sólo pido una cosa: consideren abrir la competencia. Que cada persona que quiera, pueda ser elegida para ser rey, y quien no se sienta capaz, como yo lo he sentido, pueda abstenerse de participar.
Einar asintió, aunque no pensaba tomarlo en serio.
Luego de descansar un poco más, Aren pudo regresar a su aspecto antropomófico, y aunque sabía que no regresaría nunca, sentía algo de prisa por irse. Necesitaba buscar a Delph. Después de arreglarse un poco, por fin se levantó de la cama, y acompañado por toda la familia real, salió hacia la plaza principal del reino, para tomar la ruta del bosque para abandonar el territorio.
El rey Erik miró y admiró el camino, sin decir nada pero comprendiendo que al igual que había ocurrido en Toivonpaikka, lo mejor era permitir la existencia de los seres mágicos.
Al terminar de despedirse de cada uno de sus familiares, Aren miró por última vez hacia el lado de los túneles que llevaba hacia la salida al mar. Escuchó el eco de las suaves olas, y un bajo cantar que reconoció al instante. Volviéndose hacia Erik, sonrió y dijo: –Tendré que despedirme también de tí. No regresaré por el camino del bosque.
El rey comprendió, y abrazándolo con fuerza, pidió: –No te olvides de que tu mamá te espera. Sé menos impulsivo, pero también sé feliz.
–Hablas como si no fuera a verte otra vez, pero estáte tranquilo. Esta vez te haré caso – respondió Aren.
Erik rió y lo soltó. El joven sonrió y corrió hacia aquella salida.
El rey de Heland suspiró: –Por el mar he perdido a todos. Y aun sin nada ahora, me quedó la tranquilidad.
Cerró sus ojos por un momento, y continuó su camino.
Aren llegó corriendo a la orilla del agua, encontrando la imagen pequeña y encantadora de Delph, quien se asomaba, mirando hacia el castillo más reciente, entre las ruinas del castillo más viejo. Desde allí no parecía tan fuerte y decidido como era en realidad, pero Aren lo conocía, y sabía la verdad.
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No hay reinos en el mar
FantasySegunda historia de "La visión del hechicero". Después de volver a Heland, el príncipe Erik descubre que su reino no es el único que debe volver a vivir en paz con los seres mágicos. Corre el año 825 d.C.; Aren es el joven príncipe de Kallioinenmeri...