Pero ya nos desviamos de la historia principal, así que vamos a ver qué sucedió con Aren después de lo de su plan falso.
Lo primero es que, como era falso, ahora debía inventar algo más sólido o ir de verdad en busca de Cearbhall e improvisar. Y siendo como ya sabemos que era, pues se quedó con la segunda opción.
Para que no se notara tanto que no tenía idea de qué hacer, regresó a la habitación de los príncipes, y luego de cambiarse la ropa que Ossian le había prestado por la suya, guardó su piel de foca y bajó a la cocina para tomar algunas provisiones.
En cuanto tuvo suficiente comida, se dirigió de regreso a la habitación, pero a mitad del camino decidió salir y recorrer las cuevas. No conocía el reino, por lo que le daba curiosidad saber cómo era la cotidianeidad de los selkies. Así que salió del castillo por la puerta frente a la plaza mayor y como si no sucediera nada, comenzó su paseo.
Completamente ajenos al caos en el ánima del joven, la gente común trabajaba, pescaba y jugaba por todo el reino. Todos parecían muy tranquilos, lo que hacía dudar a Aren acerca de los motivos que podría tener Cearbhall para querer cambiar las condiciones del reino. Por más que observó, no encontró nada que indicara problemas en los habitantes. No había nadie más rico o más pobre, nadie le robaba nada a otro. Acostumbrado a saber de conflictos pequeños entre la gente de Kallioinenmeri, esta tranquilidad le parecía irreal, y de alguna manera se sentía fuera de lugar.
Como aún era de día, la iluminación con los microbios en frascos sólo era parcial, reservada a las zonas más profundas de las cuevas, y por esto mismo, encontró rápidamente el camino hacia la salida cerca de la muralla de piedra.
El príncipe observó con atención el sitio, donde el nivel del agua, ligeramente más alto que hacía unas horas, indicaba la proximidad de la luna llena, así como del atardecer. Al día siguiente, saldría de este territorio, y estaba considerando seriamente no regresar.
Después de un rato, Aren decidió volver al castillo. Comió un poco y subió a la habitación para dormir. Tardó un buen rato en conciliar el sueño, indeciso entre lo que debería hacer, pues realmente quería encontrar y ajusticiar a Cearbhall por todo el daño que había hecho, pero también tenía la oportunidad de escaparse y desaparecer de los reinos que esperaban tanto de él.
La típica imagen en la que una persona tiene de un lado a un demonio y del otro a un ángel queriendo convencerlo representaba perfectamente el estado de ánimo del príncipe en esos momentos. Por una parte, su mente indicaba que debía ser responsable y acabar con el malhechor, para después tomar el liderazgo de los reinos. Y por el contrario, su espíritu decía que dejara atrás aquellas inclementes tierras y fuese a conquistar su propia felicidad.
En un momento pensó que tenía algo de envidia hacia Delph, pues él sí era libre de vivir como quería, sin ser parte de ninguna nación, ni como gobernado ni como líder. Pero después de pensarlo mejor, se sorprendió sintiéndose feliz y no celoso por la suerte de su amigo. Y entonces recordó lo que su primo Erik había contado acerca de la chica de la que se había enamorado, y que ahora era la mamá de Delph. Sin dudarlo, Aren le dió la razón a ella; ¿Quién elegiría ser la reina de Heland cuando podía ser feliz y libre?
Quizá él no tendría nada de eso nunca, pero le alegraba mucho que Delph sí lo tuviera. Pensando en esto, finalmente el príncipe pudo dormirse en paz.
A la mañana siguiente, Aren despertó con el sol, y aunque indeciso entre despedirse o no, ya que en ese caso tendría que esperar a que los demás despertaran, se levantó y tomó sus pertenencias para salir del castillo y del reino.
Sin embargo, como si le hubieran leído la mente, al llegar a la planta baja, se encontró con el rey Einar, quien estaba acompañado por Ossian y Gunnar. El príncipe los miró inexpresivo, esperando a que alguno de ellos hablase primero, siendo Einar quien rompió el silencio: –Todavía te puedes arrepentir y quedarte.
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No hay reinos en el mar
FantasySegunda historia de "La visión del hechicero". Después de volver a Heland, el príncipe Erik descubre que su reino no es el único que debe volver a vivir en paz con los seres mágicos. Corre el año 825 d.C.; Aren es el joven príncipe de Kallioinenmeri...