Yngve y Valeska se miraron uno al otro, y prestaron atención al príncipe: -¿Con qué quieres negociar?

Aren tomó su piel de foca y la mostró a los hermanos: -Ustedes también son mitad selkies. El plan de venganza de Cearbhall es que yo sea el rey para hacerme cambiar las leyes, pero para eso debo ganar la sucesión. Y no lo voy a hacer, no soy tan hábil. Pero ya que ustedes son mucho más fuertes que yo, uno de los dos puede tomar mi lugar y ganar. Así que, les propongo que tomen mi piel y vayan al reino. Son hechiceros, pueden conseguirlo fácilmente. Sólo déjenos irnos, es lo único que pido.

A los hermanos no les pareció mala idea, pero no podían aceptar tan fácilmente.

-Es una buena oferta, sin duda. Pero hay dos problemas: Al tener nosotros nuestras propias pieles, no podemos usar la tuya, y ¿con qué argumento nos presentaríamos en el reino? Nos echarán inmediatamente - explicó Valeska.

El príncipe no había pensado en eso, pero antes de que pudiera contestar, Yngve dijo: -Tengo una idea para cambiar eso. Yo acepto tu trato; llévate a tu amigo al río, pero tú deberás quedarte un poco más.

Valeska estaba confundida: -¿Qué planeas, hermano?

Yngve sólo sonrió y le guiñó el ojo.

Mientras, Aren cargó a Delph y continuó avanzando hacia el río. El tritón tardó un poco en reaccionar, pero pronto protestó: -¡Aren, te dije que no hicieras ningún trato con ellos!

-Y yo te dije que cuando me conocieras mejor dejarías de quererme. Creo que entonces estamos a mano - replicó el príncipe.

-¡Pero no he dejado de quererte! Eres necio, impulsivo y tramposo, pero te amo y eso será para siempre. Es la maldición con que nacemos todos los de mi especie, tener un solo amor para toda la vida.

-Pues, tal vez solo estás confundido, no puedo ser amado por ti, mereces a alguien mejor que yo.

-¡Aren!

El príncipe no respondió y se esforzó en seguir avanzando, aunque iba atorándose con las ramas de las plantas mientras caminaba. A los pocos minutos, logró llegar hasta el río. Desde ese lugar, no se veía a qué distancia estaban hasta la desembocadura, pero la sedimentación que el río llevaba hacia el mar se notaba un tanto revuelta, por lo que no debía ser muy lejos.

Aren bajó a su compañero, dejándolo en la orilla. Esperaba a que saltara al agua, como siempre hacía, pero esta vez el tritón se abrazó más fuerte de él.

-Delph, vete, tú eres libre y yo siempre estaré preso de alguna forma. Déjame.

-No, no te puedo dejar. No sabes cuidarte; puedo entender y soportar que no me quieras, pero no que sigas arriesgándote tan deliberadamente.

El príncipe lo agarró de las manos para apartarlo de sí, pero con el cansancio en sus brazos por haberlo cargado tanto tiempo, no lo consiguió. Rindiéndose, tragó saliva antes de replicar: -¿Crees que no te quiero? Pues sí, sí te quiero. Yo no sé cuidarme, por eso tengo que protegerte de mí mismo... - se interrumpió al percatarse de sus propias palabras.

Delph lo miró con los ojos vidriosos de llanto, y aflojó sus brazos por un momento antes de volver a aprisionar a su amado, quien quiso corresponder el abrazo, pero en su lugar, juntó la poca fuerza que aún podía aplicar en sus manos para apartarlo, sorprendiéndose al conseguirlo. Aren sujetó suavemente el rostro de Delph, conteniéndose para sólo dejar un fugaz beso en su mejilla, acción por la que ambos se sonrojaron intensamente, antes de salir corriendo de vuelta a donde lo esperaban los dos hechiceros.

Yngve había aprovechado ese tiempo para explicar a su hermana qué idea se le había ocurrido, y desde luego, era una trampa para el príncipe. La muchacha estuvo de acuerdo al conocer el plan, pues como recordarán, ambos consideraban que incluso si Aren les ayudara por las buenas, no sería capaz para ejecutar el plan de Cearbhall.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora