Aren no comprendía la reacción de Delph, y no supo qué hacer para que se tranquilizara, así que prefirió guardar silencio hasta que fuera necesario. Mientras tanto, observó los alrededores, encontrándose con que el interior de la muralla de piedra era mucho menos escarpado que el lado que siempre había visto. No era tan gruesa ni tan delgada; probablemente se había formado hacía muchísimo tiempo. Las cuevas, también formadas con materia volcánica, le llamaron la atención al descubrir que estaban iluminadas interiormente con una luz diferente a la del fuego. Y los dos castillos, notablemente construidos en épocas diferentes, le causaron muchas dudas, principalmente la de si podrían derrumbarse en un tiempo no muy lejano.

Tras unos minutos más de observación, regresó su vista hacia Delph, quien, ya más tranquilo, se había vuelto a acercar y miraba al príncipe atentamente. Aren no estaba seguro de qué decirle, así que el joven tritón fue quien habló: -¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí?

Aren asintió: -Lo estoy. ¿Te parece una mala idea?

-No sé si está bien o no. Tú debes decidirlo, así que si te sientes seguro, entonces no puedo protestar.

El príncipe se sorprendió: -Eres el primero que no me discute lo que decido.

Delph rió suavemente: -¿Por qué tendría que hacerlo? Tú tienes tu propia voluntad, lo que puedo hacer es darte sugerencias, pero no tratar de cambiar tu opinión.

Aren se sonrojó un poco, y contestó: -Creo que confías demasiado en mí.

Delph estaba por responder, pero en ese momento, el guardia regresó, junto con el rey Einar. Al ver a Aren, el monarca suspiró de alivio y se agachó para abrazarlo.

-Temí lo peor, pasé muchas horas buscándote en el bosque y las costas - farfulló Einar.

Aren le hubiera correspondido el abrazo si no fuera porque sus brazos quedaron apretados, así que sólo respondió: -Tengo suerte, mi amigo me ayudó.

Einar se volvió hacia Delph, quien sonrió tímidamente y saludó con la mano. El rey habló: -Gracias por haber ayudado a mi nieto. ¿De qué manera podemos retribuirte esto?

-No puede darme nada más valioso que la tranquilidad reflejada en sus rostros - contestó el muchacho, con voz firme y dulce a la vez.

Aunque al principio Aren tuvo un extraño pero agradable sentimiento que no consiguió definir, pasaron unos segundos para que su cerebro reaccionara de una manera más común, pensando: "Ay, Delph, estás a punto de perder la oportunidad para que tu trabajo de mensajero no tenga obstáculos mientras estoy en este reino", y por ello, intervino diciendo en voz alta: -Abue, necesito que él pueda venir a verme libremente. Sabes que tiendo a meterme en problemas, y mi amigo es bueno para ayudarme a salir de ellos, así que te pido que le permitan entrar al reino sin ningún inconveniente.

El soberano, algo desconcertado, titubeó, pero aceptó la petición: -Está bien, así será desde hoy hasta que regreses a Kallioinenmeri.

El príncipe sonrió ampliamente: -Muchas gracias.

El tritón también sonrió, aunque mucho más discretamente: -Aprecio su consideración.

-No hay de qué agradecer - respondió el selkie, y luego se dirigió a Aren: -Será mejor que entremos al castillo, ya es de noche y debes descansar apropiadamente.

El joven asintió, y se dirigió a su compañero: -¿Nos vemos mañana en la tarde?

-Sí, sin falta - contestó Delph rápidamente.

-Bien. Entonces, hasta mañana - se despidió Aren, y se dio media vuelta para dirigirse al castillo... pero recordó que no sabía cómo llegar, por lo que miró al rey, esperando que le dijera algo al respecto.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora