En Kallioinenmeri, al día siguiente, Aren se despertó un poco aplastado por sus amigos, ya que al haberse dormido los tres juntos, lo habían golpeado un poco al moverse durante el sueño.

Afortunadamente no era algo que le causara molestias, así que los tres se dispusieron a enfrentar este día con ánimos renovados. Y por parte del príncipe, lo primero que debía hacer era hablar con el rey Erik.

Éste se encontraba en el despacho, revisando algunos documentos mientras comía su desayuno. Al ver llegar a Aren, le hizo seña de que tomara asiento, a lo que el muchacho obedeció y sonrió para aparentar tranquilidad.

El rey de Heland lo miró seriamente, y cerrando el pergamino que leía, habló: -Debí esperarme que escaparas con un truco tan sencillo como hiciste ayer. Pero no creí que fueras a intentar algo peligroso como escalar la muralla en el delta del río.

Aren dejó de sonreír y asintió despacio, consciente de que su primo tenía razón, pero no dijo nada.

Erik continuó: -Tuviste suerte de que te salvaran. ¿Qué le habría dicho a tu mamá si volvía y tú...?

El príncipe pasó saliva y respondió: -Está bien, ya entendí. No lo intentaré de nuevo.

-Ni yo lo permitiré, ya te dejé hacer tu voluntad por mucho tiempo, pero has crecido y no podremos seguir cuidándote para siempre, tienes que dejar de hacer lo que quieras sin pensar antes las posibles consecuencias - afirmó Erik.

Aren agachó un poco la cabeza, asustado. De todas las veces que había hecho enojar, no había llegado a tanto. Probablemente le daría un castigo más fuerte. Sin embargo, el rey aún no terminaba de hablar: -Tampoco puedo omitir el que hayas salido de tu habitación cuando te ordené que no lo hicieras. Aunque eso fue menos peligroso, ¿qué habrías hecho si ese chico intentaba dañarte? Tus amigos guardias estaban muy lejos para defenderte.

-Pero él me rescató antes. Además, tú fuiste el que lo encerró arbitrariamente, de eso sí no me puedes reclamar - protestó el muchacho.

-¡No me cambies el tema! El punto aquí es que no me hiciste caso - rebatió Erik.

Aren resopló y se mantuvo callado mientras el mayor seguía hablando: -Sé que no te gusta esto, pero un día tendrás que liderar Kallioinenmeri, y no puedes escaparte de las responsabilidades que conlleva. Así que tendrás que acostumbrarte a permanecer quieto y centrado en los asuntos del reino.

El rey acomodó una cantidad importante de papeles frente a Aren y dijo: -Tenemos tres días más para que aprendas algo. Ya que ayer no llegamos ni a la mitad de lo que debíamos hacer, hoy te vigilaré más de cerca. Empieza a revisar estos informes.

El joven tomó el primer documento y comenzó a leerlo, mirando de soslayo a Erik de cuando en cuando. Apenas terminó de leer, Aren se quejó: -No he desayunado, y tengo hambre.

-Pues te traeré algo, tú sigue leyendo - respondió el rey.

-Yo iré, esta vez no me voy a escapar - aseguró Aren, y se movió para levantarse de la silla, pero descubrió que estaba pegado a ella.

Erik soltó una risa malévola y explicó: -No me gusta la magia, pero encontré un hechizo con runas y pensé que podría ser útil. Vas a quedarte pegado a esa silla hasta que termines de leer todos esos documentos.

-¡No puede ser! - exclamó el chico, golpeando la mesa con las palmas. Luego, respiró hondo y dijo: -Está bien, lo haré.

El rey le dio unas palmaditas en la cabeza y contestó: -Me parece la mejor decisión. Ahora ponte a leer, te traeré algo para que comas - y salió del despacho".

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora