Ari, ya despierto, al ver que los muchachos ya habían vuelto, se acercó rápidamente y tras observar que no estuvieran lastimados, (siempre hacía lo mismo con sus hijos sin importar a dónde habían ido), dijo: –Qué bueno que ya están aquí.

Notando un tipo de preocupación diferente a la habitual en la voz de su papá, Delph interrogó: –¿Qué sucedió?

Ari respondió: –Solveig sintió que algo no está bien, así que buscó en su bola de cristal a Helge y Nilsa.

Ante la mención de sus amigos, rápidamente Aren se metió a la conversación: –¿Están en peligro?

–Eso parece, pero además también encontró signos de un desequilibrio en la magia cerca del reino de los selkies – explicó Ari.

Delph y Aren intercambiaron una mirada tan rápida como certera, seguros de que la niña había encontrado la ubicación de la casa de la familia de Cearbhall y Jezibába, pero no tanto de qué provocó tal perturbación. Rápidamente, los muchachos se dirigieron a buscar a la sirenita para que les explicara lo que había descubierto.

Solveig aun miraba con atención su bola de cristal, haciendo un esfuerzo por aclarar la imagen que este instrumento proyectaba. A su lado, Anémona observaba, lista para ayudarla en caso necesario, pues la niña estaba utilizando mucha de su propia energía y corría el riesgo de debilitarse pronto. Ina y Viggo miraban a su hermana mayor, ocultos tras su mamá, pero al ver llegar a Delph y Aren, así como a Ari, los más pequeños se apresuraron a nadar hacia ellos, y jalando de las manos de su hermano, los niños exclamaron: –¡Tenemos que rescatar a los guardias!

Aren trató de responder, pero Delph fue más rápido: –Nosotros nos ocuparemos de eso; será un poco peligroso, así que ustedes dos deben quedarse aquí con papá y cuidar de él.

A pesar de su natural timidez, Ari no era nada frágil, pero no le molestaba fingir que lo era para mantener a salvo a sus hijos pequeños. Por lo tanto, Ina y Viggo se abrazaron al torso de su papá, dejando libre a Delph para acercarse a Solveig.

La aprendiz aún no conseguía ver lo que buscaba en la bola mágica, pero al ver llegar al muchacho, detuvo su esfuerzo y le habló: –No sé qué falló en su plan, pero Helge y Nilsa cayeron prisioneros, así que ahora hagan otro plan para rescatarlos. 

–Primero muéstranos en dónde están cautivos, o no sabremos cómo sacarlos de su prisión - reclamó Aren. Delph asintió, apoyando su queja.

Inmediatamente, Solveig tomó su espejo de su bolsa, e invocando la imagen en vivo de los guardias, la mostró a los mayores. Aunque tenía la misma función básica que la bola de cristal, el espejo tenía una mejor resolución de imagen, con la desventaja de no poder usarla para intercomunicación con la misma facilidad que la esfera. Funcionaba con energía "negativa", por lo que no desgastaba más las fuerzas de la niña.

El príncipe vió a sus amigos, encerrados en lo que estaba seguro eran los calabozos del castillo de Kallioinenmeri. Por supuesto, los enérgicos guardias estaban tratando de escapar por su cuenta, concentrados en intentar zafar las bisagras de la reja que los mantenía presos. Sin embargo, la sorpresa para Aren fue ver que su mamá, la reina, también estaba adentro, y de igual manera, colaboraba en el escape con los jóvenes.

Perplejo, Aren paseó nerviosamente sus manos entre su cabello, y miró interrogante a Delph, quien también estaba desconcertado, pero mantenía la calma. Luego de unos segundos de silencio, el joven tritón sugirió: –Podríamos abrir un portal para traerlos de vuelta a la cueva. No creo que exista algún impedimento para realizar magia adentro del castillo, ¿o sí?

–No que yo sepa. Desde que se permitió el retorno de seres mágicos, ya son pocas las medidas contra hechizos, incluso en las prisiones. Aunque eso tiene más relación con que nadie practica magia desde hace años que con las restricciones de ley– explicó Aren.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora