Ofuscado por la preocupación, Delph gritó varias veces llamando a Aren, y sorprendentemente, éste pudo escucharlo, aunque estaban lejos uno de otro.

Los oídos de Aren, así como su vista, eran más fuertes que cuando estaba en su forma humana, y al reconocer la voz de Delph, aun estando ya bajo el agua, le gritó en respuesta, mientras nadaba hacia la dirección de la que provenía el grito. Guiados por sus voces, se encontraron en la boca de la caverna.

No fue sino hasta el momento que vió por fin la figura del tritón, cuando Aren se detuvo, pensando que tal vez no lo reconocería en esta apariencia tan extraña, 20% antropomórfica y 80% zoológica, por lo que se quedó paralizado y aterrado.

Delph se detuvo al ver al príncipe híbrido, pero sólo por un par de segundos. A pesar de los cambios, lo reconoció al instante, y se lanzó a abrazarlo.

Con la voz trémula, Aren preguntó mientras correspondía al abrazo: -¿No te asustaste por verme así de... raro?

Delph rió suavemente y negó con la cabeza: -Eres hermoso. No me asustaría por tu aspecto, a menos que viera que estés lastimado.

Aren suspiró, aliviado, y estrechó más ese abrazo. Estaba tan tranquilo y feliz que no quería soltarse. Cerró sus ojos y apoyó la cabeza en el hombro del joven.

Por desgracia, ese momento fue interrumpido por la voz fuerte del rey Einar: -¡Aren! ¿Qué te pasó?

El aludido soltó rápidamente a su compañero y miró al soberano, quien se acercaba a ellos por la izquierda. En su aspecto de foca, Einar se veía un poco menos fiero que cuando estaba en forma humana, pero su voz aún era igual de imponente.

El príncipe balbuceó, todavía asustado: -¿Que qué me pasó? ¿A mí?

-Claro que a ti, eres el único que se llama Aren. ¿Esta apariencia tan extravagante, qué la ha causado? - interrogó Einar.

Otra voz respondió desde el lado opuesto: -Si él supiera la causa, probablemente ya la habría corregido, ¿no lo cree?

Los dos selkies y el tritón miraron a la derecha, donde Anémona, con la expresión fría y poderosa que no había usado desde hacía muchos años, se hacía presente al tiempo que clavaba sus ojos verde azulado en el monarca.

Con un leve temblor en la voz, Einar preguntó: -¿Quién es usted, apreciable señora?

-No es necesario que sepa mi nombre, majestad. Sólo vengo a entregar algo para el amigo de mi hijo - contestó Anémona tranquilamente, y se acercó a Aren para darle el frasco con el mensaje de Helge.

El muchacho lo recibió y pronunció un quedo "gracias", aunque estaba también muy asustado por la impactante sirena.

Ella le sonrió tranquilamente, de manera casi idéntica a la de Delph, por lo que Aren quedó aun más pasmado, pero ella no le prestó atención, dirigiéndose en cambio a su hijo: -¿Estás seguro de que quieras estar aquí tú solo?

-Sí mamá, no te preocupes por mí - confirmó Delph.

Anémona asintió con la cabeza, y luego de darle un beso en la frente, nadó en dirección a la cueva para salir del reino. Sin embargo, Aren le llamó: -¡Espere! Si usted es la mamá de Delph y Solveig, ¿sabe de magia?

Ella se detuvo y miró al joven: -Casi no sé nada. ¿Por qué pregunta?

-Sólo... supuse que sí sabía.

Anémona lo miró y sonrió tranquilamente: -Conocemos a alguien que sí sabe mucho de magia. Cuando quieras preguntar algo, dile a Delph que te lleve a buscarlo.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora