Todos sacaron sus respectivas armas y se aprestaron a defenderse, pero tras el ataque con las saetas, no aparecieron bandidos de ninguna especie, y tampoco llegaron más flechas.

Tras unos segundos de quietud, Helge dijo: -No viene nadie. Quizá sólo activamos el mecanismo de una trampa de cacería.

-Es posible, pero mejor comprobémoslo - contestó uno de los selkies, y desenvainando su espada, se encaminó hacia el sitio de donde había venido la ráfaga de flechas. No tardó en hallar que, en efecto, un mecanismo estaba oculto entre los árboles, pero no había ninguna persona manipulándolo.

Más tranquilo por esto, el guardia se volvió hacia sus compañeros y afirmó: -No hay gente aquí... - pero fue interrumpido por el vuelo de otra saeta, proveniente del lado contrario, que lo impactó en el brazo derecho.

Antes de que los demás pudieran reaccionar, otras dos flechas volaron e hirieron a los otros guardias selkies.

Nilsa exclamó: -¡Sí estamos bajo ataque!

-¡Regresemos hacia Kallioinenmeri! - dijo Aren, guiando a Apocalipsis para que diera media vuelta, pero otra flecha fue disparada hacia él. Engla se dio cuenta y se movió, con lo que alcanzó a bloquearla con su cuerpo.

El muchacho se asustó mucho y trató de ayudar a su mamá, pero Nilsa se le adelantó, mientras Helge golpeó al caballo para que corriera y sacara del lugar al príncipe.

Ante esto, el arquero que los atacaba salió de su escondite y persiguió al joven, sin preocuparse por el resto del grupo. El rey Einar, quien estaba auxiliando a sus guardias, creyó reconocer a su atacante: -¡¿Cearbhall sigue vivo?!

No podía comprobarlo, pero su aspecto era muy similar al de aquel traidor.

El arquero corrió tras Aren, y éste al darse cuenta, hizo correr a su caballo hacia una zona alta para dificultarle el camino a su atacante, quien aun así, continuó disparándoles flechas. Intentando alejarse, forzó al equino hasta su mayor velocidad, logrando alcanzar la cima, pero encontrándose con que habían corrido hacia la parte alta de una quebrada, y no pudiendo frenar adecuadamente, Apocalipsis tropezó y cayó, quedando a poca distancia del vacío, mientras su jinete voló por el impulso, salvándose de caer por haber logrado agarrarse del borde.

A pesar de estar aterrado, Aren se esforzó por subir y no mirar abajo, mas no había pasado mucho cuando sintió que alguien tomó su capa y lo levantó.

Los ojos grises del príncipe se encontraron con los azul oscuro del guerrero Cearbhall, quien, tras observarlo unos segundos, dijo: -Llevo tiempo buscándote. Tienes una misión que me ayudarás a cumplir.

El joven escuchó el follaje de los árboles movidos por el viento de un lado, y el romper de las olas en el lado opuesto. No sabía a qué altura estaba, pero si ya había sobrevivido una vez, tal vez lo lograra otra: -Las misiones no son lo mío a decir verdad -, y tras estas palabras, soltó el broche de su capa, que quedó en las manos del villano, mientras él caía por la quebrada.

Aunque desde menor altura, Aren volvió a caer al agua del mar, quedando aturdido mas no inconsciente, por lo que trató de reaccionar y nadar hasta la superficie para respirar, pero las fuertes olas se lo impedían. Creyendo que no lo lograría, el muchacho cerró sus ojos para esperar su final, cuando sintió un abrazo y a los pocos segundos su cabeza pudo salir del agua, pero sin tener que mirar, Aren ya sabía quién le había rescatado: -¡Delph! ¡estás aquí! Pero, ¿cómo me encontraste?

Mientras el príncipe abría los ojos nuevamente, el tritón acarició con una mano su mejilla, sosteniéndolo con la otra para que no se hundiera, y respondió sarcástico: -La próxima vez que te lances desde un lugar alto, no te ayudaré—. Limpió con su mano la sal en los párpados del híbrido, y le explicó: —Te he estado buscando desde hace rato, y pensé que podrías estar de nuevo intentando escalar esa muralla.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora