Aren miró a Delph por un segundo antes de abrazarlo con fuerza. Se encontraban en el agua, nuevamente al interior de la cueva, por lo que no había mucha luz, pero no le era necesario para reconocerlo.

Junto a ellos, Solveig estaba lista para abrir otros portales, y previendo que se pusieran a perder el tiempo, exclamó: -Escuchamos tu conversación con ese villano, así que no hace falta que des explicaciones al respecto.

El príncipe solamente asintió, todavía aturdido por lo rápido que estaba pasando todo. Soltó despacio a su compañero y miró alrededor. Todos estaban despiertos, incluso los más pequeños. Parecía que esperaban a que él dijera algo, que creara un nuevo plan. O tal vez sólo era su imaginación exaltada por tanta presión. De cualquier forma, tenía que hablar, improvisar algo para poner a salvo a todos, aunque fuera por poco tiempo.

-Necesitaré que lleves a todos al lugar más lejano que recuerdes, donde Abel no pueda hallarlos tan fácilmente. Yo debo regresar al reino de los selkies y revelar la verdad. Nos reuniremos después de eso - decidió.

Nilsa miró a la sirenita y agregó: -Sólo recuerda llevarnos a donde haya tierra firme.

Solveig giró sus ojos ante el comentario y miró a su mamá, esperando a que aprobara esto o sugiriera una idea distinta. Anémona respondió velozmente: -Envíalos a Toivonpaikka. No tendrán problemas si explican que nos conocen. En cuanto a nosotros, jamás podrán alcanzarnos mientras permanezcamos en lo profundo.

Delph sostuvo la mano de Aren y afirmó: -Me quedaré contigo, por si necesitas ayuda.

-De acuerdo, pero no digas mi nombre - pidió el príncipe. El tritón asintió con la cabeza, sonriendolevemente al pensar en otras formas de llamarlo.

Sin esperar más, Solveig abrió un nuevo portal hacia la isla de los cuatro reinos. Engla cargó a Lura, y junto con Helge y Nilsa cruzaron hacia allá. Con otro portal, la sirenita envió a su hermano y al joven híbrido hasta la entrada submarina del reino de los selkies.

Ya solo quedaba en la cueva la familia de sirenas. Ari preguntó a su esposa: –¿Qué haremos nosotros? ¿Le contarás esto a Haakon?

Anémona reflexionó y contestó: –Creo que no será necesario. Esperemos a Delphi para regresar juntos a casa; creo que el tío Google se alegrará de no tener que hacer dos viajes.

—¿No es peligroso para Delphi?

—Es nuestro hijo, él es el peligroso para sus adversarios.

Ari sonrió y asintió. Sostuvo en brazos a Ina y Viggo, y nadó hacia la salida. Anémona tomó la mano de Solveig y abandonaron ese lugar.

Mientras tanto, Delph y Aren, quien aún conservaba su apariencia más humana, atravesaron el túnel y llegaron al reino selkie. Esta vez, los guardias de turno ni siquiera los ignoraron, sabiendo que era costumbre del príncipe híbrido desacatar cualquier orden. Con esta ventaja, los jóvenes no tardaron en llegar hasta la puerta grande del castillo.

Al salir a la pequeña playa, Aren se apresuró a comprobar que podía abrir la puerta, y como en efecto, esta no tenía ningún seguro, corrió al interior, directamente a la habitación de los príncipes.

Faltaba poco para que amaneciera, así que la luz era muy tenue. Con cuidado de no chocar contra nadie ni hacer ruido, el muchacho avanzó despacio hasta encontrar al hechicero que había tomado su lugar. Yngve descansaba tranquilamente, ajeno a lo que había ocurrido hacía unas horas, causando que Aren lamentara interiormente tener que informarle de la situación, pero no había otra opción. Sacudiéndolo con cuidado, consiguió despertarlo.

El brujo lo miró con algo de enojo, que se cambió a sorpresa cuando reconoció al príncipe. Desconcertado, inquirió: -¿Qué haces aquí? Te advierto que no puedes cancelar el trato que hicimos.

No hay reinos en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora