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𝘾𝙞𝙣𝙘𝙤
❝ 𝐁𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐣𝐚𝐳𝐦𝐢𝐧𝐞𝐬 ❞
No piensen mal. Tampoco me gustan los adolescentes, son tan… infantiles. Todos con hormonas subidas, les crece el cabello en donde no les da el sol, el acnés les invade la cara, dicen tonterías, se creen que lo saben todo y también se hacen los adultos.
Continué el camino hasta lograr llegar a casa sin que nadie me viera. Entré por la puerta principal y subí las escaleras hasta llegar a mi habitación. Cerré la puerta con seguro y me tumbé en mi cama. Puede que los vampiros comunes estén fuera en la noche como en todos los libros y leyendas, pero nosotros los Whiteley tenemos unos horarios. Lo implantamos hace muchos años y por ahora no ha pasado nada malo.
Cerré mis ojos de una buena vez y volvió a aparecer, ese lobo mutante. Esta vez se acercaba a mí tranquilamente. Sentía un ambiente pasivo, sin intenciones de dañar a nadie, fui acercando poco a poco mi mano a su cabeza. Al principio este se negó moviendo su cabeza para que yo evitara que lo tocara, luego de unos minutos se dejó acariciar con éxito, parecía disfrutarlo realmente. De un momento a otro, el lobo se levantó en dos patas y comenzó a crecer, dando finalmente una forma humana. ¿Los lobos hacen eso? Solamente si era un hombre lobo y creo que lo era. Miré sus extremidades, eran perfectamente humanas. Su piel estaba ligeramente bronceada y músculos de gran tamaño. Lo más singular de todo esto es que no podía ver su rostro, era borroso y no distinguía sus rasgos faciales.
Logré despertar.
Confundida miré a la ventana que era bloqueada por las cortinas color vino tinto, las hice un lado y noté el amanecer. Las cerré con rapidez para evitar a toda costa el contacto visual y de mi piel con el sol. Miré mi reloj en la cómoda, 04:43 AM. ¿Ahora qué iba a hacer hasta las siete que es la hora de ir a la universidad? Observé el espejo de cuerpo completo al lado de mi ropero, por supuesto no había nada que reflejar, solo un pijama flotante. Ahora que lo pensaba ¿si nosotros los vampiros no tenemos reflejo, cómo se supone que sabremos cómo somos físicamente? Es cierto, nunca había conseguido verme la cara jamás…
—Tal vez la vieja cámara de papá pueda mostrarme quién soy. —me dije a mí misma.
Caminé rápidamente y bajé las escaleras hasta llegar a la vieja oficina de papá. Este lugar me traía muchos recuerdos, me invadía la nostalgia. Este había sido el lugar especial mío y de papá, él solía contarme historias, muchas de las aventuras que había tenido en la otra parte de la región, por todo el mundo. El polvoriento escritorio me hacía estremecerme de dolor, era tan pequeña cuando sucedió. Por eso he trabajado duro todos estos años para tomar el mando, le hice una promesa a mi padre que vengaría su muerte y lo cumpliría cueste lo que cueste.
Limpié mi pequeña lágrima que había brotado de mis ojos sin previo aviso y busqué entre sus cosas la vieja cámara. Él me había enseñado a usarla, me dijo que la había traído de Reino Unido, una vieja cámara de cinta, era la única en su especie que nosotros los vampiros podíamos aparecer, no como los móviles de hoy en día, yo no tengo uno porque no puedo usarlo, no tengo calor corporal como para que la pantalla me responda con toques táctiles.