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𝘿𝙤𝙘𝙚
❝ 𝐃𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐜𝐢𝐞𝐫𝐭𝐨 ❞
—Bueno yo ya terminé. —dijo madre. —supongo que deben hablar, estaré en la cocina si me necesitan. —nos sonrió para luego irse en silencio.
— ¿Qué no deberías estar en la Universidad?
—Tú también deberías estar ahí.
—Yo estoy justificada porque estoy en mi “luna de miel”. —hice las comillas con los dedos.
—Yo no me sentía bien. —se cruzó de brazos Jeon.
—Yo te veo bien.
—Olvidemos ese tema. —sacudió su cabeza en forma de negación. —tengo que hablar contigo muy seriamente.
—Claro, te escucho. —le sonreí e hice silencio.
—Me gustaría que… ya sabes…
— ¿Qué?, explícate.
Estaba impresionada. JungKook había tomado mi mano y me había arrastrado dentro de la casa. Mi cara hizo alergia de mis sentimientos, estaba realmente sonrojada y avergonzada, y rezaba con que no girara su cabeza y me mirase, saldría humo de mis orejas. Subimos las escaleras con notable prisa ¿tan importante era lo que me tenía que decir? Podía notar por su cara que la gravedad del asunto era bastante importante. Cerró la puerta tras sus pies, suspiró recostado en esta con la mirada baja y los ojos cerrados. Celosa se pondría la noche por luceros más bellos y radiantes me miraban. Un sentimiento de euforia invadía mis manos y pies. Tantas manos como pies se sentían débiles, como a punto de desprenderse de mi cuerpo y huir lejos. Más cosa pasaron por mi cabeza, ¿tanto valor le daba a las palabras que me revelaría? Simulaba que me revelaría alguna loca idea increíble, no importa si es buena, solo de gran calidad.
Se acercó levemente a mí, algo en mí cambió. Aparecieron esos dos diablillos en mis hombros, esos típicos diablillos que intentan guiarte según la vista del otro, uno vestido con una túnica y un pequeño arpa en la mano, otro completamente de rojo, con pequeños cuernos y una lanza. Por sus discusiones, me agradaba más el rojizo, sus comentarios eran más divertidos y trataba de ganar mi aprobación con lindos comentarios hacia mi persona. Era una corte entre el bien y el mal ¿Quién ganaría? Solo a quien yo le diera la razón. Argumentarían entre ellos y yo decidiría quién sería perfecto para mí. Ambos llegaron argumentando, ya mis oídos no podía con los gritos de propuestas del bien y el mal. Negué dos veces, me deshice de los diablillos con mis manos en sus siluetas hasta que desaparecieron como un pequeño humo blanco. En esos momentos había estado en el limbo, absorta a que estaba en medio de una revelación. Volví a la tierra, donde un JungKook estaba a punto de ¿quizás revelar algo… o sería viceversa?
—_________
— ¿Si?
— ¿Quisieras…? ¿Quisieras hablar de algo al respecto?
Esa interrogante me desorientaba. ¿A qué se refería? Estas semanas habían pasado muchas cosas que no recordaba haberlas vivido en los últimos 10 años. Se podría decir que se podía considerar diferente… la tarea escolar, la boda, los sentimientos… Taehyung. ¿Podría hablar esto con él? No tenía a quién decírselo cuando lo conocí, ¿por qué no él? Me parecería algo raro contarle a JungKook —que él me gusta— decirle sobre TaeHyung —que también me gusta— sobre su existencia. No tiene importancia, le contaré, si de todas formas solo me ve como una amiga.
—Hay alguien... —me miró atento con una leve sonrisa. —alguien que conocí hace tiempo…
Él continuó atento a mi rostro, no me sonrojaré sólo porque sus ojos están clavos en los míos, no lo haré. Mi cuerpo es inútil cuando intenta ocultar algo, en seguida mis mejillas se convirtieron en dos tomates redondos y brillosos. Intenté no sonreír pero me fue imposible. Miré hacia otro lado carcajeada, me parecía extraño pero se lo diría. Él por otro lado, se encontraba también sonrojado con una leve sonrisa. ¿Por qué?
—Él realmente me gusta.
Me sorprendió verlo con los ojos bien grandes, como dos perfectos platos blancos y brillantes. Luego recordé el momento que conocí de quien debatíamos, esos lindos ojos rasgados y cafés. Como dos espejos que se miran a sí mismos y presumen su belleza. Su boca, me perdía en ellas, sus curvas, color y saber, como las cerezas. Y finalmente su cabello, hermosas y cafés cuerdas de un arpa, que al cepillarlas sueltan canciones de ángeles y nubes que te invitan a soñar, soñar con ellos. Sus palabras, como caballos de viento que se abalanzan hacia ti, impidiendo salir de su trote y profundo parecer. Palabras que te abrazan, te cuentan un cuento y te acurrucan, palabras que sólo, y sólo él podrá crearte esas fantasías de jinetes y paraísos.