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𝙏𝙧𝙚𝙞𝙣𝙩𝙖 𝙮 𝙩𝙧𝙚𝙨
❝ 𝐋𝐚 𝐫𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐦𝐢 𝐩𝐞𝐬𝐚𝐝𝐢𝐥𝐥𝐚 ❞
Sentía que las lágrimas no dejarían de caer, sus torpes pies corrían y corrían a más no poder, sentía todo caer, todo derrumbarse sobre ella. Un dolor en su pecho empezó a atormentarla, como si un montón de dagas se clavaran en su pecho. No sabía lo que había pasado, tampoco buscaba alguna lógica que le explicase la situación. Su garganta se había secado, de tantos ratos de sollozar, había salido corriendo, en busca del consuelo que le quedaba, unos brazos a los cuales llorar. Su familia había desaparecido completamente, y no tenía idea de dónde podrían haber llegado. Por cada minuto que pasaba más le dolía, sus ojos ardían y los restregaba para que le permitiesen más visión. Miró la puerta, acercó su puño a la madera, lo dudo unos segundos y luego tocó intentando tranquilizarse. Respiró con calma y el recuerdo volvió, otra vez un gimoteo se escapaba de sus labios, abrazándose a sí misma, intentando apaciguar su martirio constante. La puerta se abrió, vio su cara, llevaba una sonrisa en ella cuando lo vio a los ojos, su expresión cambió a una agobiado, ella se lanzó a sus brazos, indagando el calor que necesitaba para tranquilizar su acelerado corazón. No escuchaba nada, ni siquiera los interrogatorios de él, insistiendo en que le contestase, el corazón del vampiro se crujía verla sollozar en su pecho, siendo incapaz de hacer callar el infierno en su pecho. La llevó adentro, ofreció su habitación para platicar, la de cabello rubí lo miró con los ojos vidriosos y puso sus manos sobre su rostro, ocultando su cara y negando con la cabeza, aún se negaba a pensar lo que había pasado. Pensó unos segundos, ¿la habían abandonado? ¿Qué había hecho mal? no recordaba haber cometido algún horroroso error para que toda su familia se marcharse un día después de que partiera. Él tomó su rostro, exigiéndose a sí mismo que debía calmarla, la abrazó una vez más y dejo que la joven enterrara su rostro en su hombro, humedeciéndolo con algunos sollozos incluidos.
Luego de un rato desahogándose, procedió a preguntarle.
—Dime que ocurrió para que estés así.
—Mi familia. —tragó en seco. —ha desaparecido.
— ¿Cómo puede ser eso?
—Yo…, ellos no, no están. Los busqué por toda la casa y no los encontré.
La pálida agachó la cabeza restregando sus ojos.
— ¿Estás segura?
Esta lo miró incrédula.
— ¿¡Acaso no me crees!? ¿¡Cómo no voy a estar segura si mi familia no está casa!?
Midió sus palabras unos segundos después, JungKook sólo había preguntado porque quería ayudar. No quería provocarla ni mucho menos nada.