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𝙑𝙚𝙞𝙣𝙩𝙞𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚
❝ 𝐒𝐞𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐢𝐯𝐢𝐧𝐚 ❞
El primer examen se acercaba para los estudiantes de primer año, _________ se encontraba estudiando con arduo esfuerzo, pues sus calificaciones siempre debían ser las máximas, no porque se lo exigiera su madre, se lo exigía a sí misma. Memorizando formulas, cálculos, fechas de acontecimientos y un toque en su ventana.
Se giró a ella. Juraba haber escuchado el toque de una de sus ventanas. Quizás las matemáticas le habían afectado demasiado. Cerró su cuaderno de notas y dejó su tarea escolar a medias, ya habría tiempo de terminarlas. Se levantó silenciosamente y miró el reloj, 02:22 AM, masajeó su cuello por las tres horas de estudio que resultó hacer y caminó escaleras abajo con la idea de cazar, todavía faltaba para que amaneciera. La mansión estaba vacía, incluso Freddy había salido, según él, para conseguir sustancias nuevas para sus investigaciones. Madre estaba junto al matrimonio, y Alex en su cita con HoSeok. Se sentía abandonada pero siempre el sentimiento se esfumaba a los pocos minutos. A centímetros de la puerta se escuchó el famoso golpe, abrió y sonrió como antes nunca.
—Hola nena.
Lo invitó a pasar con una sonrisa muy bien planteada.
— ¿Qué te trae a mi casa, a estas horas?
—Bueno, en realidad no lo sé. Solo quise venir y ya está.
—Eso no es muy razonable, pero lo acepto.
— ¿Y tú que haces despierta tan tarde?
—No lo sé en realidad, solo quise estar despierta y ya está.
—Eso no es muy razonable, pero lo acepto.
Ambos chicos llenaron la mansión de carcajadas mientras hablaban estupideces. En verdad Tae había cambiado de la noche a la mañana, ahora era tierno y muy risueño, a veces con sus tontos chistes hacía reír a la más pequeña de los Witheley. Por fin _________ había logrado desatar esa faceta de enojo hacia ella, ahora eran buenos amigos y no había esos pesados momentos en que ni siquiera se dirigían la mirada o palabra. Por fin había encontrado el niño en sus ojos.
El sentimiento de ambos crecía cada vez que se miraban a los ojos, ese constante palpitar del corazón no se apagaba, ambos bombeaban al mismo ritmo y con los mismos sentimientos a flor de piel.
Ambos llegando a temas más profundos, la vampira se atrevió a revelar:
—Sabes, aunque sé que no es lo mismo, yo también perdí a alguien. —miró sus manos.
—Lo siento mucho. —alegó sinceramente. — ¿Quién…?
—Mi padre. Él era la persona más preciada para mí. Luego de que falleciera, mi mundo se vino abajo.