❪17❫

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𝘿𝙞𝙚𝙘𝙞𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚

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𝘿𝙞𝙚𝙘𝙞𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚

❝ 𝐘𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫𝐞́ 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢 ❞

Cuando pude analizar mejor la situación, me volví a mí misma. ¿Esto realmente era posible? ¿Estar enamorada de dos personas completamente diferentes? Dicen los más sabios que el amor todo lo puede, que te cuentan anécdotas del buen amar, también de esos feos e irremediables pesares que cometen los enamorados a sí mismos, proclamando la mayor parte del tiempo al miedo, rey de la relación, con muchos reinos y pueblos a su mando, llamados, desconfianza, sospecha, y falta de atención. Nadie lo ha visto jamás, pero hablan mucho de él, unos dicen que si existe, otros que jamás lo encontrarás, es invisible, como las olas que se pasean entre los dedos de los pies, sabes que están ahí y por algo los tienes en el cuerpo.

Aún en sus brazos, negué con la cabeza.

Estaba en una especie de limbo en el que solo oía las olas del mar, estrellándose una y otra vez con ellas mismas, mientras que de fondo, las teclas de un piano acunaban mi lecho. Mis ojos cerrados, acompañaban en su hecho a sentir caricias en mi nuca, suaves movimientos, como tiernos besos de una madre. Gentil brisa que te saluda y se despide con la sola condición de que tu cabello lo eleve por unos segundos, mostrando los miles y miles de nuevos sueños de cada noche. La blanca espuma, estrechando sus brazos por todo lo alto, desgastando las viejas rocas que tanto anhelan ser apartadas y disfrutar de cada puesta de sol que les ofrece el horizonte. Los colores naranjas y amarillos se hacen ver en las nubes, mezclas de sí mismas con el azul cielo, dando a la mente humana, relatos inciertos, recuerdos dolorosos y reflexiones sobre el misterio más desafiante. Las gaviotas, cantos de salvación, como pequeñas manchas sobre mi cabeza, danzando con sus finas plumas por todo lo alto, el vuelo que empeñan en demostrar, elegancia en sus aleteos, más que maravillosos para mis ojos. Y por último, ese botón blanco, apartado de todo, la luna vieja. Que a nadie le importa que se quede sola, allí arriba, en todo lo celeste, preguntándose si se enfría en las noches, o las estrellas la consuelan pesar de su soledad, que las nubes son sus rubores e impulsos de no ser vista. Las nubes grises, como caballos salvajes, galopan a su alrededor, mostrando los hermosos rituales desde el comienzo de los días.

Risas, llantos, la llegada de un amor, la pérdida de familia, la nostalgia de un recuerdo avivado por el tiempo, lágrimas de mayor valor que el oro, abrazos del más valioso padre, susurros a medias, miradas que sólo significan la verdad y sonrisas que calman y adormecen el alma, hasta cerrar los ojos y soñar.

El susurro de Jeon me hizo sonreír.

Yo siempre estaré para tí.

Sus palabras, calmaban el dolor en mi pecho, nublaba todo deseo proveniente del mal, la cura a todas mis heridas. Ese pequeño comentario que había salido de sus labios, había hecho recordarme del por qué me había enamorado de él. Siendo infaltable en todos mis días, la sonrisa que siempre me daba más motivos para despertar, sentir esa vibra que llenaba el pecho, su mirada infantil, la de que sus ojos me decían bellos versos del sol, iluminadores y esperanzados. Como dos espejos, reflejando sus peores miedos en donde los que yo debía de animarle y darle mi apoyo. Euforias de tardes a su lado, acompañándome en otoñales tardes de videojuegos llenando esas horas con interminables risas y bromas. Era una lástima que mis plegarias jamás serian escuchadas.

Sonreí con dulzura y me separé de sus brazos. Negué con la cabeza una vez más, y, en mis ojos pude notar un brillo, una esplendorosa sensación de cosquillas en la planta de mis pies, volvía a mi infancia, a cuando él y yo éramos unos simples niños revoltosos. Jugábamos a las escondidas, su imagen oculta detrás de un gran árbol, era lo más reconfortante que tenía en aquel entonces. Yo, con mis zapatos azules y vestido blanco como las nubes, lo seguía buscando la localización de su escondrijo. Su risa era lo único que cabía en mi cabeza, mostrando ante mis ojos, el reflejo más hermoso que una niña de cinco años pueda tener. Hasta finalmente encontrarlo, los dos, corríamos intentando alcanzar al otro.

¿_________?

Mi mundo de recuerdos se esfumó.

Sí... —contesté desorientada. — ¿qué pasa?

Te quedaste ahí perpleja mirando a la nada. —rió HoSeok con dulzura.

Miré a mí alrededor, estábamos en la sala conversando con mi madre, ¿cuánto tiempo había estado así? ¿Ya les había mostrado la casa completa?

Y dime TaeHyung, ¿tienes hermanos?

Todo se quedó en silencio, parecía que la pregunta le había incomodado.

— ¡Oh!, lo siento, no debí preguntar. —se disculpó cortésmente.

No es nada Sra. Whiteley. —negó con la cabeza. —en realidad soy hijo único.

Y mi madre asintió como aprobación.

Oiga Sra. Whiteley, he escuchado que su familia caza, ¿es cierto eso?

La pregunta del más bajo había dejado algo desorientadas a mí y a mi madre. Pues en parte era cierto, pero no era esa clase de caza.

Ahmm... Sí, solo cuando podemos. —sonrió mi madre para disimular.

A decir verdad, era la primera vez que humanos ordinarios pisaban la casa Whiteley. Era realmente extraño, aunque agradable, el no ver a mis nuevos amigos como presas y solo simples personas las cuales soltaban un aura encantador.

Creo que ya es hora que vuelvan a casa, deben de estar preocupados por ustedes.

Todos los presentes se levantaron, incluso yo.

Le agradecemos mucho que nos haya dejado apreciar su hermosa casa. —hizo una reverencia NamJoon.

Las puertas de nuestro hogar siempre estarán abiertas a ustedes.

Sonreímos alegremente, yo los acompañé hasta la puerta principal y allí me despedí de ellos. Luego volví con paso lento hacia la habitación que se encontraba mi madre.

Que chicos tan adorables. —aseguró. —Deberían venir más seguido.

Por supuesto.

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©littlebastard_

𝑹𝒆𝒅 𝑳𝒊𝒑𝒔 ━━━━ ᴊᴊᴋ ; ᴋᴛʜ[✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora