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𝙌𝙪𝙞𝙣𝙘𝙚
❝ ¿𝐂𝐞𝐥𝐨𝐬? ❞
— ¡Venga! Vamos que seguro lloverá más fuerte y no podremos salir. —miré a TaeHyung. — ¿Vienes? —ladeé la cabeza con una sonrisa.
—Sólo porque no tengo nada mejor que hacer.
— ¡Genial! —lo abracé brevemente.
Me pareció algo extraño que no se negara o interfiriera en mi pequeña muestra de cariño. ¿Acaso eso es malo? ¡No! Es todo lo contrario, ahora podría acercarme más a él. Lento pero seguro. Le sonreí devuelta y reprodujo esa misma mueca de hace semanas, cuando le revelé mi amor a él. Es algo raro, pero lindo.
Caminamos fuera de la cabaña y le sonreímos a la lluvia. Los chicos se veía realmente emocionados, yo iba al frente, guiando al grupo de chicos que conversaban animadamente. Parecían infantes, riendo y jugueteando entre ellos mismos. Sus voces eran una bendición, como ese sonido que reproducen las olas al chocar con la misma piedra desgastada por la sal y los años. Me di la vuelta a verlos. Un aura de euforia los sobrepasaba, como si un velo blanquecino los cubriese y los distorsione de mundos de ensueño. Me llenaba el corazón de esa linda sensación llamada ternura, unos cuatro niños estaban a mi cuidado, no podía pedir algo mejor. Volví mi mirada al cielo. El cielo estaba siendo liberado por esos algodones gaseosos color gris, un lindo tono celeste. Muchas noches soñé con el cielo, que podía surcarlo y tocarlo con la punta de mis dedos, que las nubes las dominan las fragancias de rosas y jazmines que le regalan las personas a los familiares difuntos, que el viento es un cisne que pasea sus alas por mi rostro y me canta. El sol, un niño risueño que solo se deja ver cuando todo es hermoso y bello, como sus rayos, encendiendo a los animales y despertando a las flores, formando lindos recuerdos de enamorados cuando se va dormir. Ya estaba amanecido.
Una voz suave y tenue me hizo sacar la vista del cielo y atender a esos llamados. Era varonil y profunda, como el cántico de un cuerno vikingo. Los chicos guardaron silencio. Una silueta gris se vio a la lejanía, algo familiar me hizo reaccionar con una sonrisa, era JungKook.
—¡_________!
Se acercó a nosotros con suma delicadeza, miraba a los chicos con desconfianza y algo de asco, como si ya los juzgara a primera vista, haciendo muecas. Mientras se levantaba de estar recostado en sus rodillas, pasó su mano izquierda por su boca, se notaba su cansancio, su pecho subía y bajaba, como una locomotora en marcha. Dio su último aliento ahogado y me miró con seriedad.
—_________ ¿Quiénes son ellos?
Su tono de voz era serio, firme, como el de una escopeta, si la haces hablar estallará. Con algo de crueldad en sus palabras, arqueó una ceja, cuestionando mi presencia con la que le parecían aquellos extraños, como sonreían a su presencia, amistosos y mansos.
—JungKook, ellos son NamJoon, JiMin, HoSeok y por último pero no menos importante TaeHyung. —le guiñé el ojo coqueta al último nombrado.
—Como sea, hoy debemos entrenar con tu tío. —tomó mi muñeca duramente, como un perro mordiendo a su hueso.
—Oye, relájate. —habló JiMin. —tampoco queremos quitártela. —levantó las manos en señal de no querer problemas.
En sus ojos podía notar intenciones, y no eran de las buenas. En sus venas recorría la envidia y el rencor, ambas malas combinaciones, jamás debían unirse en una misma situación, si no, el resultado sería nefasto. Su expresión lo decía todo, como un cuadro abstracto, sabes que dice algo de forma sutil, en sus curvas y en sus colores, mensajes ocultos que te dicen lo mismo, de variadas maneras, pero el mismo mensaje te llega a los ojos, refrescándolos de tanta belleza incomprendida pero a la vez satisfactoria y conmovedora.
En un intento de calmar las cosas, dije con suavidad.
—Todo está bien JungKook, no tienes de por qué preocuparte. Y por supuesto que iremos a entrenar.
Intenté que mi sonrisa le transmitiera tranquilidad. Lo menos que quería ahora era una pelea entre mis amigos. TaeHyung se puso a mi lado y de forma inesperada tomó mi mano.
Totalmente impresionada abrí los ojos como platos, jamás se había manifestado tanto hacia mí. Tan solo recibía de él chasquidos con la lengua, negaciones o insignificantes críticas hacia mis acciones o comentarios, hasta ahora jamás había recreado tanta confianza para hacer esto. Su amplia mano, fuerte enlace tales como los tronco de pino que nos rodeaban, potentes y seguros, pero a la vez su roce, como el de dulces y deliciosos pétalos violetas, que viajan a cuales le guíe las ráfagas de una susurrante ráfaga, ansiosa de llegar a donde sí misma la lleve. Su piel me proporcionaba refugio en la lluvia de las inquietudes, calmantes de mis discordias y serenatas reveladoras de mis dudas. Sus intenciones, enigmas indescifrables pero hermosas. Por unos segundos me sentí especial, enamorada y cegada, sostenía la mano de mi deseo, quizás alcanzable.
Por otra parte también desconocía de su actitud, ¿por qué querría hacer tal cosa si ni siquiera me toma en serio? Las manivelas negras y bizarras sonaban en mi cabeza, anunciando que la realidad aún está activa y decidida a continuar. Explotó mi burbuja de pensamientos y miré a mi amigo de la infancia. Miraba nuestras manos con algo en sus ojos, ¿quizás enojo? No lo creo. También su rostro reproducía una extraña mueca, no sabía su significado, pero tampoco me importó saberlo cuando TaeHyung, con el mismo agarre, me llevó lejos de los cuatro restantes. Con prisas me llevó a unos árboles lejanos, sospechando de su actitud, con fuerza me dejó contra un árbol. Su mano sujetaba con fuerza a mi derecha, el duro tronco. Sus ojos se conectaron con los míos. ¿Por qué estas actitudes impulsivas tan de repente?
— ¿Qué eres realmente de él?
Su voz era fría, como las agujas de hierro que me encajaba cada vistazo que sus brillantes ojos me daban, no eran agradables, pero hacían sentirme colérica, algo que no era habitual en mí.
— ¿Y qué si lo es?
No dijo nada, había enmudecido ante mis palabras, como si con esas mismas agujas frías y punzantes, se las devolviera de la misma forma, dañando su alma y quebrándola de alguna forma.
—No te acerques a él, no es bueno para ti.
— ¿Me lo dices tú? —reí sarcástica. — ¿Que desde que te hablo, no me has dirigido la palabra?
Se lo pensó unos segundos, se separó de mi espacio personal y luego respondió un poco más tranquilo:
—Insisto en que no te le acerques.
Todo esto estaba siendo demasiado obvio para mí, sonreí ladina y me posicione colocando mis dos manos en mis caderas y ladeando la cabeza con una sonrisa juguetona.
— ¿Acaso estás celoso, TaeHyung?
En sus ojos pude ver una pequeña, pero pequeñísima señal de asombro. Al parecer, él tampoco se había dado cuenta de su comportamiento agresivo desde la llegada de JungKook. Se mantuvo en silencio, un silencio del que pude disfrutar triunfadora. Había logrado de que sintiera celos con mi mejor amigo, sabía que era algo un poco desconcertante, pero ni yo sabía que JungKook vendría. Por fin había logrado que le importase al menos un poco.
Como si lo llamaran de urgencias, salió a toda prisa de mi vista, dejándome con una sonrisa satisfactoria.
—El que calla, otorga.
No había dicho nada al respecto, pero tampoco lo había desmentido.