❪32❫

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𝙏𝙧𝙚𝙞𝙣𝙩𝙖 𝙮 𝙙𝙤𝙨

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𝙏𝙧𝙚𝙞𝙣𝙩𝙖 𝙮 𝙙𝙤𝙨

❝ 𝐀𝐧𝐡𝐞𝐥𝐨 ❞

Los dedos de sus manos no dejaban de moverse. Estaba emocionada, eufórica, sus ojos brillaban de la felicidad que desprendían. No dejaba de pensar en lo que acababa de pasar, ahora era líder, su más preciado sueño se había hecho realidad. Pensó su estrategia con detalle, primero atacaría parte del norte, acabando por centro y terminarlo en el sur. Se auto halagó cuando ajustó sus última batalla mental, pero una incógnita nueva vino a su mente, ¿qué haría después de que todo terminara? Su vida no tendría sentido, había sido así desde que su padre había sido asesinado. ¿Qué sería de su vida? Se preguntaba una y otra vez, había dedicado su vida a esperar y prepararse para tomar el mando y liquidar a los hombre lobo, pero, ¿y qué más? ¿Era ese el fin de su historia?

Comenzó a deprimirse por ello.

Luego pensó lo que le esperaba en casa, su propia guerra, dos chicos peleaban por ella, no era de esas chicas que medía quién era el más fuerte o guapo, sí amaba a los dos, pero se negaba a verlos masacrarse por quien ganara, se quedaría a la chica. Ella no era un premio, odiaba sentirse uno, pero le partía el corazón verlos pelear.

Sumando todo aquello, sentía su mundo caerse a pedazos, ¿haría lo que le prometió a su padre y vengar su muerte? Puso sus manos en su cabeza mientras negaba con la cabeza, sentía sus mejillas bañarse en cálidas lágrimas. Las limpió con rapidez, no se permitiría caer, una promesa es una promesa, y la cumpliría ya que para eso se había esforzado tanto.

Caminó una vez más con las maletas, buscando una pequeña tienda para comprar algún regalo de recuerdo, como le había pedido su hermana Julieta. Sus ojos se clavaron en un local, donde habían varios accesorios para matar vampiros —por supuesto de plástico— que aseguraban hacerlo, el dependiente se mantenía leyendo alguna revista, inconsciente de que la pelirroja se interesaba en los objetos de comercio. Ella miró con una sonrisa, estacas inflables, collares de ajos, espejos y cruces, incluso una pequeño muñeco del supuesto Drácula. Sus dos luceros brillantes se habían detenido en una estatuya, una muy pequeña, de al menos seis centímetros. Le parecía especial y perfecta para ella.

Llamó al distraído dependiente y compró el obsequio para luego volver a sentarse a esperar su vuelo, otra vez sus pensamientos y ella. Buscó en los recuerdos algo a qué aferrarse y entretenerse pensando un rato, ¿qué sería de sus amigos? ¿Qué harían en estos momentos?

Sonrió al memorizar el momento que se conocieron, era un veintidós de mayo, llovía como nunca antes. La de ojos amarillos sentía las gotas sobre su cabeza, estaba empapada, buscaba refugio de las amenazantes nubes que lanzaban rayos a diestra y siniestra. Consiguió llegar a cafetería donde ese dúo de chicos se encontraba. El primero en notarla fue YoonGi, clavó su vista en la pelirroja que sacudía sus brazos intentando retirar el agua sobre ellos. Tocó el hombro del otro pálido llamando su atención, este se giró y señaló a la chica. Ambos la vieron y fueron a su ayuda, ofreciendo el auto de SeokJin para llevarla a casa, días después de haberse conocido, se sorprendieron al tener en común a JungKook de amigo. Luego de eso se hicieron más unidos y ahora son lo que son hoy en día, mejores amigos.

Los extraño.

Era impresionante que sólo en tres días, anhelara todo lo que amaba. Era tan poco el tiempo que sentía la necesidad de estar donde sus seres queridos. Sentía ahora el valor de los que la rodeaban, era lo más preciado que tenía, su familia y amigos, y ahora necesitaba de ellos. Extrañaba las lindas caricias de su madre, siempre pendiente de la familia. A las bromas y comentarios sarcásticos de Alexandra, y a la hermosa pareja de Max y Julieta.

Sonrió como boba, estaba emocionada por abrazarlos y verlos otra vez. Su deseo se cumplió cuando una voz masculina anunció el próximo vuelo que sería de ella. Se levantó y salió corriendo hacia la sala que la esperaba, caminó por el pasillo hacia el avión y justamente tomó el primer asiento que vio, necesitaría de un abrazo grupal para calmar su euforia.

[ . . . ]

Adrenalina desprendían sus pies, ya había pisado tierra. Se sentía en casa, deseaba estar en la suya. Anhelaba estar en los brazos de su madre, los quería más que nunca, sentía su aroma frente a su cara, la característica fragancia a jazmín. Sus pies se movían de acuerdo a sus pensamientos, a toda velocidad, no corría, pero sí era rápida. Sus dos maletas tropezaban con el más mínimo bache o piedra que se les pusiese en frente, entorpeciendo un poco el camino de la pálida.

Para su mala fortuna, eran las altas horas de la madrugada, exactamente las dos con veinte. El frío de esta noche era muy notable a comparación de allá en Rumanía. Había una clara diferencia de temperatura, aquí pocas eran las veces que en las altas horas de la mañana se mantuviera un tiempo fresco, mientras que allá era un crudo invierno casi todas las noches. Agradeció una y mil veces al de abajo por haber nacido en un país cálido, ya extrañaba estar ligera de ropa y no con esos enormes abrigos de piel.

Tomó un taxi fuera del aeropuerto, extrañaba las noches de su natal país, llenas de ruido y música desde el anochecer, mientras que allá había un eterno silencio que abrumaba cada vez más a la vampira, y aunque no viviera en la ciudad, se había acostumbrado a los ruidos cotidianos. Su sonrisa se alimentaba cada vez más de los recuerdos con sus seres amados, pensando historias en la que aparecían ellos y sí misma, disfrutando cada momento junto a ellos.

Jugaba con un mechón de su cabello rubí para demostrar la emoción que sentía, ya estaba frente a casa, su adorado hogar. Agradeció brevemente al conductor, pagó y se bajó del vehículo lo más rápido posible. Tomó sus maletas y el auto se perdió en la oscuridad, siendo un asunto sin importancia por parte de ella. Miró su casa, la mansión que habían comprado sus padres cuando Julieta aún estaba en barriga de su madre, les había contado mucho, había sido un poco desastrosa al principio, pero después de un mes, la mansión estaba terminada. No era tan animada respecto a los colores, pero era elegante e ideal.

Se acercó a ella, conociendo a su familia tendrían algún grito de bienvenida o algo parecido. Asimiló eso, y rio por volverlos a ver. Ingresó la llave en la cerradura y giró para acceder a su residencia. Hubo silencio, tampoco había mucha luz, por lo que entró las maletas y las dejó a su lado derecho. Se acercó al interruptor y prendió las luces, la situación la preocupaba. El corredor estaba desordenado, las paredes estaban marcadas, había un agujero en techo, y uno de los candelabros se mantenía colgando de milagro. Ella dio algunos pasos, dejando sus pertenencias atrás y observando asustada su alrededor, la alfombra estaba rota, habían vidrios de las ventanas esparcidos por todo el suelo, parte del piso olía a quemado, y los cuadros de la familia habían sido rasgados. Corrió hacia la cocina asustada, buscando a algún miembro de su familia, no quería pensar en lo malo, se negaba hacerlo. Parte de la meseta estaba destrozada, incluso aún traía las cosas de cuando se fue, globos desinflados, vasos rotos y serpentinas chamuscadas, incluso habían sobras de comida que había ofrecido su madre el día que se marchó, habían pasado sólo tres días. Se alejó y corrió escaleras arriba, lo primero que notó fue el retrato de su difunto padre, no estaba, había desaparecido. Buscó en las habitaciones de sus hermanas, en sus recámaras todo estaba bien, en orden, pero no estaba ninguna de ellas. La situación empezaba a abrumarla, sus ojos miel empezaron a emerger pequeños diamantes escurriéndose por sus pómulos, negaba con la cabeza mientras más buscaba menos encontraba, ni siquiera su tío estaba en su recámara. Bajó las escaleras corriendo hasta llegar a la sala de estar, esto debía ser una broma, y no era graciosa, se negaba a pensar eso que había surgido en su mente, tapaba sus oídos intentando callar a la voz que la afligía. Calló de rodillas mirando el techo con lágrimas, poco le importaba si los vidrios del suelo se clavaran en sus rodillas y piernas, no dejaba de pensar en ello, algo malo había pasado, lo sentía en su pecho. Soltó un grito desgarrador de dolor.

Todos habían desaparecido.

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©littlebastard_

𝑹𝒆𝒅 𝑳𝒊𝒑𝒔 ━━━━ ᴊᴊᴋ ; ᴋᴛʜ[✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora