Episodio 17

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Tenía suerte de que tuviera la cabeza agachada. El olor a podrido le revolvía el estómago, pero al menos sabía que no había llegado hasta allí por seguir a alguien, y no escuchaba gritos, por lo que Scarlett debía estar bien. Incluso puede que haya vuelto. Y yo aquí, a un susurro de morir. Incluso controlaba la profundidad de su respiración para evitar llamar su atención. Retrocedió cuidadosamente, pero la suerte volvió a jugarle en contra y pisó una ramita. Ese bajo sonido fue suficiente para atraer la atención del monstruo. Los ojos muertos se clavaron en ella.

Puta madre.

Su vida o la mía. Lo siento, Scarlett. Empezó a correr en dirección opuesta, escuchando el traqueteo de los huesos justo detrás, erizándole la piel. Estaba demasiado lejos del edificio, y los gruñidos y pasos atraerían a más zombis. Con las manos vacías, no era muy inteligente pelear. Apretó la mandíbula, sintiendo la costra de su herida abrirse y dejar brotar sangre. Ya me cargó el payaso. Ignoró el dolor, buscando soluciones. Podría subirse a un árbol. Tengo una pierna jodida, y bajar sería imposible. Buscar un arma random. A buenas horas se vienen a perder todas las ramas. O dejarse morir. Aunque es tentador, me niego a matar gente. Su pecho empezó a quemar, y el dolor de la pantorrilla empezaba a ser insoportable. Tomó aire, empezando a desesperarse. El sonido de los huesos empezaba a ser más cercano, y ya no podía correr más. Un paso mal dado y sería el final. ¡No! ¡No puedes fallarme ahora mismo! Se gritó a sí misma.

En su campo de visión se atravesó el almacén. Recordó, después de semanas, la llave en el bolsillo de su pantalón. Eugene había dicho que estaba cerrado, ¿no? Y que podrían probar. Juntó todas sus fuerzas, y corrió incluso más rápido. Tantas fueron sus ganas de vivir que el dolor de sus piernas y su pecho pasó a segundo plano, concentrada solo en llegar al almacén, con la esperanza de que la maldita llave abriera la puerta. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón con mucho esfuerzo, y cuando la tuvo en su mano la vió brillar bajo la luz de la luna, aunque a sus ojos parecía más bien un brillo celestial.

Con una pierna mala, solo pudo frenar correctamente estrellándose contra la puerta del almacén, pero agarró el candado con firmeza, y con el corazón golpeándole el pecho, la respiración acelerada y la boca seca, intentó meter la llave en la cerradura. Sin embargo, la mano le temblaba patéticamente, y no lograba hacerlo. El traqueteo y los gruñidos eran más cercanos, y le sirvió de ayuda para finalmente introducirla.

Justo entonces, se escucha un golpe sordo a sus espaldas, y pudo ver una cabeza volar por el rabillo de su ojo. Se volteó bruscamente, y encontró a su líder con una tabla de madera en la mano, respirando pesado, y a su lado, un cuerpo sin cabeza.

—¿Estás bien?—preguntó el chico, acercándose más.

Puede sentirse tranquila por un momento al haberse librado de su perseguidor, y al girar la llave, la puerta se abrió naturalmente. Sonrió, satisfecha, y se giró.

—¡La llave era para el almacén!—dice, emocionada.

—¡Genial!—sonríe el castaño—. Podemos ir con los demás chicos y...

Un sonido familiar lo interrumpe, y al ver sobre el hombro de Lawrence, encontró a una manada de zombis aproximándose.

—Entremos, ¡rápido!—ordenó.

A penas pudo sacar la llave de la cerradura cuando Lawrence la empujó dentro. Le tiró una patada a la puerta, y esta se cerró con un estruendo que le dió escalofríos. Segundos pasaron cuando los cuerpos podridos se estrellaron contra ella, gruñendo como las bestias hambrientas de carne que eran.
Respiró profundo, y miró a Lawrence, que intentaba regresar su respiración a la normalidad, apoyándose en sus rodillas. El dolor de su pantorrilla regresó, e hizo una mueca de dolor mientras se agachaba y apoyaba su otra rodilla en el suelo, llevándose la mano al lugar, sintiéndolo húmedo. Miró su palma, y tenía unas guantas gotitas de sangre en ella. Maldijo, pero decidió mantener el vendaje en su lugar para evitar que el polvo entre en contacto con la herida.

Compañeros Peligrosos || Tú Y Todos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora