Patrulla

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—¡Eres tan lenta!

—¡Tengo las piernas mas cortas, huevón!

El único problema que tenía con su compañero de patrulla era que este no solo caminaba rápido, sino que además tenía las piernas larguísimas, por lo que un paso suyo equivalía a dos de ella. Salieron juntos del aula, pero ahora todo lo que podía ver era la espalda de Zion alejándose cada vez más, por mucho que se esforzara por alcanzarlo. Estaría trotando a su lado, pero entre la pantorrilla herida y que Eugene le había lanzado una patada en medio de una pesadilla en el músculo del muslo, no estaba en condiciones.

—¡Solo apúrate!—le hizo un ademán, sonando intolerante.

Gruñó entre sus jadeos, cagándose en su altura y su falta de empatía. El muy cabrón ni siquiera se había dignado a dirigirle la puñetera mirada para saber qué tan lejos estaba.

La distancia entre ellos solo crecía, y por alguna razón, sintió que no se trataba solo de la física. No había tenido mucho contacto con Zion desde hacía un tiempo. Apenas y sí habían hablado un poco, pero eran solo cosas importantes como los movimientos de Lawrence. Es decir, ¿Dónde quedaron las tonterías que unen a la gente? Alguna bromita o un poco de tiempo hablando de estupideces no le hacía mal a nadie. Zion había estado bastante ausente; y aunque no podía culparlo, porque en la situación en la que estaban pues... era difícil no estarlo; le afectaba en el corazón. Extrañaba al Zion engreído que exageraba para quedar como el chico más genial del mundo, o el que obraba bien y después se hacía el tonto, desacreditándose y haciéndote quedar como torpe.

Tragó saliva, sintiendo que ya lo tenía demasiado lejos, y no estaba segura de llegar a él si él no le dejaba.

—Zion, por amor a los michis, ¿puedes ir un poco más lento?—pidió por fin, suspirando en rendición.

El pelirrojo se detuvo en ese momento, y miró hacia todos lados. Frunció el ceño ante eso, y se acercó lo más rápido que sus piernas le permitieron. Zion parecía alarmado por algo, aunque ella no oía nada debido a sus ruidosos jadeos.

—¿Qué pasa?—pregunta directamente.

—Shh—se llevó un dedo a los labios en señal de silencio.

Volvió a intentar prestar atención, conteniendo un poco su respiración. Pero nada.

—...¿Qué?

Zion esta vez no dice nada. Se limita a acercarse y poner una mano en su nuca y otra en su boca, callándola al instante. La mano en la parte posterior de su cuello le provocó escalofríos por culpa de su sensibilidad en la zona. Profundizó su ceño fruncido, pero decide centrarse en su pesada respiración y en el rostro concentrado de Zion, que miraba un punto muerto y después a ella. Le pareció atractivo, y por un momento pudo proyectar unas orejas de zorro sobre su cabeza, moviéndose a todos lados para atrapar las ondas sonoras. Sonrió estúpidamente por lo gracioso de la imagen, pero un sonido extraño en la distancia se la borró enseguida.

Sus ojos se dispararon a los de Zion, que la miraron también con cara de “te lo dije”. Finalmente quitó su mano de su boca, y pudo hablar otra vez.

—¿Qué carajos fue eso?—cuestionó.

—Debemos ir a ver—dijo Zion, encaminándose cuidadosamente al lugar, rastreando el sonido.

—¿Crees que sea...?—sugirió, sin terminar la oración.

Lo siguió de cerca, un poco preocupada.

—¿Cuál es el problema? Lo enfrentamos y ya—dijo, bastante relajado para estar hablando de un asesino que acabó con la mitad de sus compañeros.

—¿No tienes miedo?—tomó su manga, escuchando el sonido demasiado cerca.

Compañeros Peligrosos || Tú Y Todos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora