Compañeros Peligrosos || Tú Y Todos.

MEMORIA

No podía describir cómo era vivir en la Zona Segura.

Es decir, sí. Ahora tenían comida suficiente, y podían asearse y no pasaban frío por la noche, pero... igualmente se sentía vacía. Igualmente sentía que faltaba algo, y no estaba satisfecha con haber llegado hasta allí. No podía estar completamente feliz sabiendo cuántas y cuáles personas dejaron atrás para llegar hasta allí.

Aun dolía, a pesar de que había pasado un tiempo. Aun recordaba el tacto de Eugene en su mano antes de perderlo para siempre. Aun recordaba su promesa con Ethan y Harry. Aun recordaba las palabras de Zion. Aun recordaba los gritos agónicos.

“—Me hubiese quedado con ellos de no ser por ti.”

¿Qué sería de ella si Zion se hubiese quedado? ¿Habría sido capaz de enfrentar la vida con esas pérdidas detrás? ¿Hubiese llegado a la Zona Segura? ¿O se hubiera dejado morir a manos de los zombis?

Pensar en ellos era tan doloroso... pero, aun así, eran el recuerdo más bonito que tenía. Aunque siempre acabara llorando en su cama entre tres almohadas. Aunque tuviera que abrazar a Zion siempre que pasaban por su cabeza. Aunque no fuera capaz de bailar.

Le estaba costando bastante adaptarse a la sociedad ahí dentro. A penas podía hablar con los niños sin que se le quebrara la sonrisa. La mayor parte del tiempo tenía expresión cansada, y unas ojeras difíciles de ocultar, ya que no dormía bien. Los gritos la perseguían en sus pesadillas. Por todo eso, la gente solía evitarla mientras le dirigía miradas llenas de pena por ella, y tal vez con compasión. Pero ella odiaba esas miradas. Que lamentaran su estado no traería a sus chicos de vuelta. No traería los lindos momentos de vuelta.

La única parte del día que era buena, era cuando acababa sus actividades y Zion también, y así podían pasar el rato solos. Sin embargo, no era extraño que le robara momentos de trabajo para que le diera un par de abrazos y uno que otro beso. Pueden llamarla caprichosa e irresponsable, pero sencillamente no podía continuar con su vida sin una muestra de cariño del pelirrojo. Lo necesitaba, necesitaba una prueba tangible que le dijera que él aún estaba ahí. Que no se había ido para siempre como los demás.

Cuando acabó sus actividades con los niños, fue a encerrarse en su habitación, a la espera de Zion. Esos últimos días, por su cabeza había estado pasando una de las canciones más tristes que había escuchado, de una de las películas con la que peor la había pasado. Era “I’ll Never Love Again” de Lady Gaga, de la película “A Star Is Born”. Al final de esa película siempre lloraba por esa canción, por todo lo que había significado su pareja para la protagonista. Porque lo recordaba mientras entonaba esa canción que él le escribió, sin saber que algún día ella usaría. Lo había perdido tan dolorosamente, y no podía evitar comparar un poco sus situaciones. Porque en ambas situaciones, ellos murieron para “hacerle bien”, sin saber que habían hecho todo más doloroso.

Más de una vez le dijeron que era una persona fuerte, y madura. Desde que era una niñata de 15 años, que ya sabía demasiado de la vida para su corta edad. Que había tenido que madurar más temprano que los demás por eventos desafortunados que dejaron una enorme marca en su ser. Cuando era más pequeña, casi se jactaba de ello. Y lo hacía, cuando su parte positiva tenía el control. Pero a veces, se decía que tal vez, y solo tal vez, todo hubiese acabado más rápido si hubiese sido débil. Si hubiese pensado en un principio que la vida era demasiado dura y que tenía miedo de enfrentarla. Pero no. En cambio, se hizo fuerte, y esa fortaleza pareció traer consigo más problemas. Con esa fuerza, su vida se cayó a pedazos sobre ella.

Con esa fuerza, ella se había desquebrajado.

Irónico, ¿no es así?

Y aun con ese pensamiento pasándole por la cabeza, fue fuerte. No le temía a la muerte, y al parecer tampoco a la vida. Porque simplemente no era capaz de romper su reflejo y cortar sus venas con pedazos de él.