Episodio 24

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—Entonces…—Eugene empieza a hablar con indecisión, poniéndola nerviosa—… ¿Quieres oír toda la historia o qué vaya directo al grano?

—Toda la historia, si no te molesta.

Eugene parece encantado con su decisión, y empieza a hablar con tranquilidad, sin mirarla a ella.

—Bien—se acomoda en la mesa, cruzando sus piernas—. ¿Recuerdas cuando hablamos de huir juntos?—asintió—. Fue bueno que no lo hiciéramos—miró alrededor de la sala, nervioso—. Estaba tan molesto en la reunión y no pude ir a mi clase. Pensaba “¡Al diablo!” y estaba a punto de irme de aquí—admitió, avergonzado—. Así que tomé mi mochila para irme, pero tuve miedo... y pensé en ti...—bajó la mirada, rascando su cuello—. Rayos, esto es tan vergonzoso...

—¿Por qué lo es? Es normal que tengas miedo. Todos lo tenemos—pasó su mano delicadamente a su mejilla, levantando su mirada y acercándose más a él—. Me alegra que no te fueras.

El rubio se acercó también, dejando un suave beso es su mejilla. Casi pudo sentirlo como una disculpa por haber estado a punto de marcharse, dejándola a ella atrás. Aunque en el momento en que lo escuchó le dolió, no se mortificó por ello. Cuando estás enojado no sueles ver más allá de ti mismo, así que podía comprenderlo y aceptarlo. Podía agradecer que Eugene al menos se paró un momento a pensar.

—Lo pensé por un momento—volvió a hablar él, tomando distancia—. Si hubieras dicho que sí, y nos hubiéramos ido, creo que habría sido un grave error. Nos hubiésemos arrepentido. Irnos así por un arranque de ira...—de solo pensarlo, el rubio compuso una mueca—, sin un lugar a donde ir... uff, ¿lo imaginas?

—Exactamente por eso dije que no—sonrió.

—También recordé lo que dijiste, ¿sabes? ¿Como es mejor tener un lugar dónde estar que estar solo?—asintió—. Lo siento, no quería aburrirte con todo esto...

—¿Eres tonto, o te haces?—Eugene frunció el ceño, ofendido. Ella se rió de su expresión—. Me siento especial porque fuiste capaz de hablar conmigo sobre cómo te sentías, y hablarme de los planes que estuviste haciendo mientras estabas enojado. Además, pensaste en mí y eso impidió que te fueras—sonrió con burla, queriendo ponerlo nervioso.

—¡N-No es-! No, de hecho sí es así—rió y apretó sus mejillas rosas, recibiendo quejidos y pataleos—. Pero no te burles de mí. De verdad es raro para mí querer hablar con otra persona sobre mí...

—Yo estoy más que dispuesta a escucharte—acarició sus blancas mejillas y dejó un besito en sus labios.

Se sentía bien saber que Eugene estaba agarrando confianza para hablar sobre sí mismo, aún cuando no le gusta. A veces le costaba pensar que la persona que la trataba con hostilidad e ironía al principio, era la misma que le daba besos, le gustaba abrazarla para dormir, hablaba sobre sí, sonreía, y se preocupaba por ella. Eugene era una muy buena persona debajo de esa gruesa coraza de sarcasmo y odio hacia todos.

—Bueno, tengo que ir a hablar con Zion sobre lo que pasó en la ciudad—dijo, levantándose de la mesa.

—¿Pasó algo?—pregunta el rubio, curioso. Ella asintió—. Voy contigo.

Se dirigieron a la puerta, y justo cuando iba a abrirla, Eugene la acorrala contra la pared de al lado, abrazándola cálidamente mientras dejaba besos en su cuello. Inspiró profundamente, rodeando su cuello con sus brazos, sacándole la capucha y la gorra para acariciar su cabello. Eugene era más cariñoso de lo que parecía.

—¿Cuándo podríamos repetir lo de esta tarde?—preguntó el rubio, en un susurro contra su oreja.

Se sonrojó, recordando de nuevo ese momento—. Creo que sería más conveniente esperarnos a estar en la Zona Segura. Habrá menos peligro allí—rió un poco—. Y que sepas, eres un desvergonzado.

Compañeros Peligrosos || Tú Y Todos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora