Patrulla

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Subió las escaleras como si tuviera un petardo metido en el culo, siendo regañada por el pelirrojo, pero solo ignoró sus réplicas y empujó la puerta de la azotea, siendo recibida por el maravilloso cielo nocturno, que iluminaba con su luz lunar el lugar.

Corrió como una niña a la valla, viéndolo todo desde allí arriba.
Todo se veía tan pequeño. Se sentía como un titán.

—¿Qué estás mirando?—preguntó su compañero.

—Aquí arriba es asombroso—inspiró, y la brisa azotó su rostro y le removió el pelo—. Aire fresco, no se oyen los gruñidos de los zombis... este sitio es el paraíso.

Patrulla nocturna con Zion. La azotea puede que fuera el lugar más seguro de toda la escuela, ya que los zombis no podían llegar allí arriba. Además de ser el más limpio. Era el único espacio en el que no te encontrabas con el olor de la sangre, el olor de la muerte.
Lástima que fuera arruinado por la siempre sarcástica y arrogante presencia de Zion.
No es que el tipo le cayera mal, estaba segura de que tenía una buena razón de ser, pero wey, de verdad cansaba tener que aguantar su tono irónico 24/7.

—No te ves muy emocionada por estar aquí conmigo—habló él, y ni siquiera se giró—, ¿debería irme o algo?

—Oh, ¿se me nota en la cara?—respondió ella, con tono hastiado fingido.

...Debía admitir que era divertido jugar a las peleas y discusiones con el pelo' menstruación.

—No presiones—gruñó.

—Tú fuiste el grosero, el que la lleva se aguanta—lo señaló, girándose al fin con una mueca burlona.

Siempre que se veían se peleaban, era algo natural. Su actitud y tono siempre era una invitación para ponerlo en su lugar. Además, era divertido provocarlo y descubrir qué tan lejos lo podía llevar. Ya era rutinario, si no tenían su pelea diaria, parecía que les iba a reventar una vena importante. En eso se basaba su relación.

El chico era como su papá, no le gustaba que alguien tuviera la razón, y nadie debía decirle qué hacer. Eso era lo único no divertido, que a veces Zion llegaba a recordarle a su padre, un hombre fastidioso que se robaba tus logros y te humillaba por tus fracasos frente a todos.

Decidió ignorarlo y seguir admirando el panorama. Desde ahí se veían los campos de futbol y baloncesto, con las múltiples líneas de otros colores ya que la cancha era multiusos.

Recordó cómo corría en las clases de educación física por esas canchas, detrás de sus amigas, o atacando al equipo contrario entre risas y burlas. Casi podía ver a los chicos de su clase peleando entre ellos por la pelota, con la competitividad al tope, mientras que la mayoría de chicas se ponían a chismear con el profe o entre ellas, siendo ella y sus amigas de las pocas chicas que hacían un esfuerzo por jugar.

Zion habrá sido uno de esos chicos.

—¿Para qué estás mirando el campo vacío?—le preguntó Zion, acercándose a su lado y asomándose también.

Se quedó en silencio unos minutos, pero decidió que no podía mantener esa tensión incómoda con el pelirrojo si iban a estar durante ese tiempo compartiendo espacio.

—Oye, Zion.

—¿Sí?—estaba sorprendido por el tono amable con el que lo llamó.

—¿Hace cuánto que estás quedándote con los chicos?—era una pregunta estúpida, pero al menos debía cumplir su misión de romper el hielo.

—¿Qué clase de pregunta al azar es esa?

—Tú responde sin preguntar, hombre—le frunció el ceño en reproche.

Compañeros Peligrosos || Tú Y Todos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora