4 - Un buen día para morir.

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Capítulo 4

Alan

Por más que deseara que el día siguiente no llegará, así lo hizo, e incluso más deprisa.

El tiempo avanza mas rápido cuando queremos que dure más y lo hace demasiado lento cuando estamos apresurados, es el cruel universo.

Me había quedado despierto toda la noche como la mayoría de las veces, mis ojos estaban irritados por insomnio y de llorar.

Esa mañana se llevaron a mi hermanito, dejando seca mi fuente de lágrimas y mi corazón muerto.

La verdad era un hermoso día para ser un día tan hostil, el cielo estaba despejado y la brisa estaba fresca. Tomé el dinero que había ahorrado y después de ponerme un gorro que cubría mi cabello despeinado salí antes de que papá quisiera darme como a un saco de boxeo.

Mientras iba en bicicleta, escuchaba en la radio del vecino de la cuadra que pronunciaban un fin de semana bastante agradable, sin precipitaciones y con eventos festivos por doquier.

Es un buen día para morir, pensé.

Para mi fortuna, la farmacia de la esquina estaba abierta incluso los fines de semana.

—Mande chico—habló la señora detrás del mostrador, traía una alegría que me deprimía aún más.

—Diazepam, por favor—solicité.

Ella con una sonrisa fue a buscar el fármaco.

—Aquí esta—bajó el frasco con pastillas en el mostrador—Permíteme ver tu receta médica.

No había considerado eso, así que me hice el desentendido—¿Como dice?

Con sus ojos inspeccionó mi apariencia, dándose cuenta de mis ojeras y como las mangas de mi sudadera estaban remangadas, también notó los cortes en mis brazos.

Se le borró la sonrisa de inmediato—¿No tienes orden medica... cierto?

Logró darse cuenta de la situación.

—Lo siento por esto—le dije.

Dejé el dinero sobre el mostrador y tomando las pastillas me di a la fuga.

Heather

Papá conducía el auto a baja velocidad por la carretera subiendo la montaña esa mañana, todas las ventanas del auto estaban cerradas y él llevaba un look para pasar desapercibido.

—El objetivo de nuestra salida era tomar aire fresco ¿Por qué no abres las ventas,  Héctor?— cuestionó mamá en un tono molesto.

Papá negó con la cabeza—Debí quedarme en casa, es riesgoso que salgan conmigo y se expongan así...

—De hecho concuerdo... si este iba ser el resultado ni siquiera me hubiese casado contigo.

Y ahí van de nuevo.

—Tampoco te obligué a que lo hicieras,  Rosario ¿Acaso crees que yo también pensé que estaríamos en esta situación? Si hubiese sido así, también habría hecho las cosas distintas—aseveró él.

Suspiré en cansancio—Por favor no discutan, podrían causar un accidente en la vía pública—advertí.

Papá frenó el auto a un lado de la carretera.

—Aquí pueden ir subiendo, la sima no está muy lejos, la vista en el mirador es impresionante...—él señaló hacia una ladera con la mano—Yo volveré a casa y más tarde me llaman para venir a buscarlas—agregó.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora