Epílogo

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7 años después...

Él se pasaba todos los días hablando con ella mientras miraba el cielo. De vez en cuándo sentía que le respondía con algo tan simple como la brisa que soplaba desde el oriente.

Después de lo que parecía haber sido tanto tiempo, todo seguía igual, él seguía sintiéndose como la primera vez que aceptó que la amaba y que la amaría para siempre.

Las memorias ya no dolían tanto como los primeros años en los que pensó que no sobreviviría a su ausencia. Sigue recordando todo lo maravilloso con exactitud de detalles y sigue enfocándose en los sueños que le quedan por cumplir, esos que le prometió a ella un día.

Por su parte, ella no se ha ausentado para nada. Cada tanto aparece en su sueños en donde tienen largas conversaciones en las cuales se ponen al día, ella sigue siendo su diario, para él resulta ser más útil que las terapias que hace bastante a dejado por que yo no las necesita.

Encontró su camino y en el proceso ella nunca soltó su mano, pues sabía que llegaría el momento en el que él mismo decidiría seguir por su cuenta.

Y hoy, finalmente esta listo.

Alan

Esto tendrá un gran significado para mí, uno enorme en mi vida, estoy nervioso, lo admito, estoy sudando demasiado.

—¡Ahí esta!—escucho a viva voz detrás de mí.

Cuando mis ojos encuentran a las personas, se forma una sonrisa en mis labios.

—Si vinieron—digo mientras recibo el abrazo de cada uno.

—Claro que sí ¿Cómo ibamos a faltar? Eres famoso—contesta Gael riéndose.

—¿Estas nervioso? Pareces estar un poco agitado—Becky se acerca a ajustarme el botón suelto de la camisa.

—Solo necesito relajarme.

Francisco, con el ceño fruncido, toma uno de los brazos de la chica y vuelve a atraerla hacia él.

—Te irá bien, eres un genio después de todo —menciona levantando la barbilla.

Lo apunto con el dedo giñandole un ojo y él sonríe mientras Becky hace lo mismo golpeándolo con delicadeza.

Ellos siguen juntos después de tanto, se me hace tanto fascinante como sorprendente.

Franco tiene las manos en los bolcillos y mira con desaprobación a los tortolitos—Dejen de pellizcarse y hacerse cosquillas. Parecen adolescentes con ataques hormonales—se queja él mientras Gael y yo luchamos por no reír ante el comentario.

Becky hunde las cejas y ve a su hermano como si tuviera ganas de quitarle los ojos.

—Tranquilo cuñado, pronto maduraremos, ya verás—se defiende él mirándolo con diversión.

—¿A qué viene eso?—cuestiona Gael queriendo meterse en la conversación pero con suma curiosidad al igual que yo y al parecer también Franco.

Se escoge de hombros—No sé, quizá pronto un par de anillos nos haga ver más adultos.

La chica a su lado abre los ojos de par en par y la boca de su hermano también se abre de manera graciosa.

Antes de que puedan decir algo más me aclaro la garganta llamando la atención de ellos.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora