30 - Último día.

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Capítulo 30

***

Diario

6 de octubre, 2021

Dejando de lado las promesas que me hice a mi mismo y a ella, en especial a ella...

Hoy decido terminar con mi vida. 

No es ninguna novedad ¿No es cierto?

Pero he soportado demasiado, he sufrido demasiado y hasta aquí puedo llegar.

Desde siempre imaginé este día, el día en el que el dolor acumulado me daría un puñal demasiado grande, el cual no podría soportar.

Estoy cansado, estoy muy cansado de este recorrido de mierda. Cada día que pasa solo deseo que ya sea el último, solo quiero terminar de una vez.

Esa montaña en la que lo intenté por primera vez, sin éxito, fue porque quizá había algo que tenía que pasar.

Heather.

Ella fue la luz en mi oscuridad, me mantuvo flotando en una nube, fui feliz y a pesar de todo estoy agradecido de haber podido enamorarme.

La amo.

Me voy sabiendo que la amé hasta el final a pesar de que ese amor me duela, irremediablemente.

Pero ya no quiero sentir nada, ya no quiero seguir. Ya no voy a seguir.

Ya no puedo más, ya no quiero más.

***

12 horas antes...

Alan

Sentí el impacto tórrido en mi mejilla derecha, tosí en el suelo y vi la sangre salpicarse en una de mis manos.

—Maldito ¿Por qué no te mataste?

La voz de mi padre, tan recia como siempre, su expresión denotaba furia completamente.

—No tengo tiempo para tus estupideces ¡Ni para matarte sirves! ¡No lograste ni siquiera eso!

Sus palabras seguían doliendo más que sus golpes, siempre fue así, aunque sabía que en el fondo tenía razón, no servía ni siquiera para eso.

Después de terminar conmigo, se arregló la corbata del traje y subió con los humos al segundo piso, llevando en su mano derecha una botella y en la otra sus papeles.

Me levanté del suelo tambaleando, el rostro y el torso comenzaron a dolerme, me dirigí con cuidado hasta el baño del primer piso. El espejo estaba empañado, pues había dejado la ducha en agua tibia abierta antes de bañarme, y el vapor empañó el espejo.

Después de limpiarlo divisé mi reflejo y yo mismo me autocompadecia, parecía un cadáver, se notaban los huesos de mi cuello mis ojos cargaban bolsas negras, lo único que le daba color de vida a mi rostro era la sangre que imanaba de mi labio roto y los moretones que contrastaban.

Lili habló con papá, pues yo la había estado evitando a toda costa desde que todo el mundo se había enterado de mi situación, su lástima y sus preguntas eran algo que no podría soportar. Eso la llevó a hablar con mi padre, el cual también terminó enterándose.

Y ya saben el resto.

Lili era la única a la que no podría encarar, era lo más parecido a una figura materna que tenía, sabía que me quebraría delante de ella y no quería eso. Solo quería continuar adaptándome a esa nueva rutina, que pensándolo bien no era demasiado distinta a mi vieja rutina.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora