Capítulo 22
Alan
Un día gris, literal y también metafóricamente.
Abrí la nevera y tomé el jarrón de leche por que el vació en mi interior en parte también era por hambre. Sentí el empujón en un instante no esperado.
—¡Quítate!
Mi torpeza en contraste con la sorpresa fue el motivo por el cual el vidrio se esparció en el piso sobre el charco de leche del jarrón que dejé caer.
—¡Estúpido inservible!—la molestia de papá clara en su voz y su mirada al ver el desastre después de haberme empujado para asomarse a la nevera.
Estaba ebrio.
A las 7 de la mañana.
—¿Por qué te quedas ahí parado? ¡Muévete y limpia tu porquería!
Y tomando una botella que me suponía era de agua, se alejó del lugar.
—Maldito borracho—murmuré entre dientes pensando que se había ido.
Pero no.
—¿Cómo?
Mi espalda se tensó al oír su voz detrás de mí.
Mierda, mierda.
Di medía vuelta despacio para encontrarlo allí parado tambaleando, con los ojos enrojecidos por su embriaguez pero también cargados de furia.
—¿Qué fue lo que dijiste?—dió pasos hacia mi obligándome a encogerme en mi lugar.
Miré al suelo apretando mis puños a mis costados—Lo siento, no...
El golpe a mano cerrada me hizo retroceder por la magnitud de su fuerza. Logré quedarme de pié a pesar de eso.
—¿Lo sientes? ¿Lo sientes tú...?—volvió a avecinarse dejando otro golpe justo en el mismo lugar de mi cara—¿Te pregunté si lo sentías? ¡¿Eh?!—me agarró del cuello de la camisa—Te pregunté ¿Que. Fue. Lo Que Dijiste?—pausó en cada palabra.
El olor a alcohol y a rabia era muy notable.
Tragué grueso sintiendo mi respiración alterarse—Fue solo...
Otro golpe.
—¡REPITE LO QUE DIJISTE!—me sacudió bruscamente—¡REPITELO!
—¡MALDITO BORRACHO!—grité exasperado y con la misma rabia atorada en mis puños.
Eso fue suficiente para que me diera una última vez con toda la fuerza que le quedaba a su flaqueante cuerpo.
—Pedazo de...—respiró tratando de recuperar energías y mantenerse de pié por la ebriedad—¡Escoria!— y tambaleándose se fue.
Me limpié la sangre con la mano y miré luego la misma teniendo el espeso líquido rojo en la palma.
No llores.
Nunca fue difícil para mí evitarlo, pero últimamente todo dolía con más intensidad.
Me incliné a recoger el vidrio roto viendo caer encima de los mismos una gota de sangre de mi labio quebrado.
Desde siempre supe que podría aceptar cualquier tipo de final, pero morir en manos de mi padre era la única forma en la que no quería hacerlo.
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Con mis ojeras sombrías, mi cara sonámbula y la laceración en mi labio inferior. Llegué al colegio notándose mis pocas ganas de estar ahí.
Sólo fui ese día por una razón.
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Diario de un Suicida
Teen FictionSer totalmente consumido por la aflicción resulta desesperante para Alan, quien resignado a darle otra oportunidad a la vida, toma una decisión. Esta decisión, es obstruida inesperadamente por alguien que llega para apaciguar su dolor... Un pequeño...