28 - La nota.

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Capítulo 28

Heather

Los rayos del sol atravesaban el cristal de mi ventana, ya era bastante tarde. Seguía tirada en la cama envuelta en las sabanas que no lograban proporcionar calor a mi cuerpo.

Habían pasado unos días, semanas, o algo, no estaba segura. Sentía que iba morir asfixiada en mi cuarto. Las llamadas al celular de Alan fueron inútiles, después de intentarlo por un día completo, él probablemente lo apagó, por que desde entonces solo me envíaba al buzón.

Estaba castigada, sin ningún motivo justificado según yo, después de la noche en la que vi la espalda de Alan alejarse, caí al piso impotente.

Como me había mirado, todo lo que dijo, el quiebre en su voz, sus lágrimas de enojo y decepción, para mí, verlo así fue descender al abismo más profundo.

Becky me había ayudado a levantarme y hasta me acompañó a mi cuarto, después, desapareció, igual que todos los demás de la fiesta.

A mi celular le bombardeaban los mensajes y las llamadas perdidas. Entre ellos, obviamente mis amigas, pero el único de quien quería saber, no se había comunicado ni por señales de humo.

Mamá discutía con papá constantemente desde esa noche, de nuevo, como antes. Papá seguía oponiéndose rotundamente a que mamá me mantuviera encerrada, pero ella siempre lograba manejarlo a su antojo. En cambio nosotras dos, no habíamos vuelto a cruzar palabra alguna.

Yo estaba muy enojada, especialmente conmigo misma, solo quería desvanecerme. Todo había sido mi culpa y lo reconocía, había lastimado a la persona que más amaba en el mundo, sin querer, pero no inconscientemente, porque desde que empecé a ser el títere de mamá con ese absurdo plan, sabía que tarde o temprano tendría que decírselo, y sí, lo intenté, lo intenté tantas veces, pero no pude, porque también sabía que iba a dolerle, que iba a dudar, y como yo era una gran cobarde, temí perderlo.

Y lo perdí de todas formas.

En ningún momento pasó por mi cabeza que las cosas llegarían a ese punto, que él fuera a enterarse de esa manera, tener eso presente solo lograba hacer que me torturara más.

Es mi culpa. Me lo merezco.

Las fugaces vacaciones, o mejor dicho "las dos semanas de descanso del colegio por la primavera" estaban por acabar, en un par de días sería el retorno a clases, no podría imaginarme algo peor que la situación en la que estaba, el enfrentarme a todos después del escándalo sería mucho, sería demasiado.

Aunque en mis pensamientos solo deambulaba él, con su cabello despeinado, sus audífonos enganchados a su cuello, su sonrisa adorable y sus ojos esmeralda, esa imagen cálida de él, pero luego... luego recordaba su cara pálida, su mandíbula tensada, sus ojos encendidos en furia y también repletos de lágrimas saladas.

Esa imagen me dolía.

Alguien golpeó la puerta, interrumpiendo mis pensamientos tristes.

—Pequeña... ¿Puedo pasar?—la voz ronca de papá se escuchó detrás de la puerta.

Me levanté a duras penas y le abrí. Me veía batánate mal, las ojeras de insomnio y por tanto llorar resaltaban, no había peinado mi cabello desde hacía ya varios días y llevaba una camisa grande que cubría mis shorts.

—Te ves terrible—expresó él con una risita por lo bajo a lo que solo reaccioné mostrando una sonrisa triste y dejando caer mi cabeza en su pecho—Ya, ya...—suspiró—Papá está aquí.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora