33 - Esa Mirada.

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Capítulo 33

Heather

Mi vida se había resumido en tratar de procesarlo todo. Y ahí estaba, intentando asimilar lo sucedido.

Sabía que necesitaba tiempo antes de encarar la situación de mi padre, o al menos para tratar de entender que viví una mentira. También para volver a tener ganas de ver a mi mamá a la cara, y entre muchas cosas más, también asimilar que el papá de mi novio estaba prófugo de la justicia, me acababa de enterar hacía unos cinco minutos.

Tenía los brazos cruzados sobre mi pecho y la mirada perdida en la nada mientras Alan aseguraba las puertas y ventanas.

—Aquí es el primer lugar en donde no va a venir, no te preocupes—me dijo dejando un beso en mi frente para después caminanar hacia la puerta del fondo.

—Es evidente que no vendría al primer lugar en el que lo buscarían, pero...

—Solo hago esto por precaución—añadió girandose hacia mí con media sonrisa.

Se refería a estar queriendo convertir su casa en una caja fuerte.

—Iba a decir que estoy tratando de procesarlo todo.

Se limitó a guardar silencio poniendo el último seguro. Después se rascó la cabeza y caminó hacia mí, que continuaba en un especie de trance.

—No soy el más indicado para infundir ánimo, de hecho no se como hacerlo, pero... al menos estamos juntos—sonrió torpemente y eso provocó que se me escapara una igual.

Di unos pasos más y me acerqué a abrazarlo—Sí, pasamos peores, y no hay nada demasiado malo como estar separados.

Después de pasar unas dos horas viendo series animadas en la televisión comiendo ñokis, que a decir verdad no le quedaron nada mal a Alan, subimos al segundo piso.

Fue revitalizante para mí reir con él, sentirlo cerca, escucharlo hablar de cosas que no fueran problemas, de sentir que teníamos algo normal. Me sentí bien  estando con él. Además, sabía que lo hacía para que yo pudiera despejar mi mente, amé ese detalle.

—Hay otro cuarto al lado—lo escuché decir de la nada mientras yo estaba curioseando las fotos de su habitación.

—¿Eh?

—Era de Danilo, pero es cómoda, puedes... quedarte ahí si quieres, o puedo ir yo.

—Ahmmm—sonreí de lo más incomoda y le eche un vistazo a su habitación—Aquí esta bien y... bueno, tu... tu cama es grande... creo que cabemos los dos.

Desvió los ojos hasta ahí y encorvó una sonrisa sospechosa para después cruzarse de brazos y apoyarse en el marco de la puerta.

—Ok—dijo volviendo sus ojos a mí.

Conozco esa mirada.

Traté de disimular volviendo a concentrarme en las fotos de la pared hasta que me di cuenta de que un objeto muy familiar se encontraba sobre su escritorio.

—¿Te quedaste con esto?—pregunté extrañada tomando mi anotador de dónde estaba.

Yo aún conservaba la cámara, tenía planes con ella, pero me extrañó ver mi anotador allí.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora