29 - ¿El adiós?

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Capítulo 29

Alan

Cualquier cosa es mejor que pensar en toda la mierda que me ha pasado.

Me miró de pies a cabeza—Se me acabó.

—Es una compra, no te estoy pidiendo caridad.—insistí rodando los ojos.

—Mejor vete.

Detuve la puerta antes de que la terminara de cerrar.

—Ya, será la última.

—Eso dijiste ayer.

Solté aire por la nariz volviendo a mi posición.

—Escucha, sería fácil si lo hicieras moderadamente, todos los días es una exageración, mírate—me señaló—Te ves de la cagada.

—No finjas que te importa mi estado de salud Francisco, solo dame el puto porro para que te deje en paz de una vez.

Negó con la cabeza como si no tuviera remedio y sacó el rollo de su bolsillo.

—Es el último—dijo extendiendolo, pero antes de que lo tomara lo alejó de nuevo—Esta vez es enserio, no voy a volver a darte de esto otra vez.

Lo ignoré tomándo el cigarro que rápidamente llevé a mi boca y antes de encenderlo le pasé el dinero.

Negó de nuevo—Que me estés pagando por envenenarte no se siente demasiado chingón.

—Muy generoso de tu parte—contesté con sarcasmo y me di la vuelta para encender el porro.

Bien sentí el humo los demonios en mi interior dejaron de atormentarme, el dolor fue reducido.

Pero seguía ahí.

Escuché la puerta a mis espaldas cerrarse e imaginé que mi irritante proveedor había desparecido, me sorprendió cuando lo vi acercarse y tomar lugar para sentarse a mi derecha, allí en el borde de la acera frente a su casa.

—Me meterás en problemas si alguien te ve haciendo eso aquí.

—Me vale.

Chasqueó la lengua tratando de tomar paciencia para lidiar conmigo.

—¿Sabes por qué carajo he estado haciendo esto por ti?—susurró entre dientes.

Dejé salir humo después de la tercera calada.

—Por lastima, supongo—dije encogiéndome de hombros y restandole importancia.

—Sé que se siente querer un escape como este, pero puede jóderte la vida.

Sonreí con sarcasmo—Mi vida ya está jodida en su totalidad.—frunció el ceño, parecía molesto por mi indiferencia—Sería hasta gracioso que me juzgarás—agregué ya mirándolo, pues sabía que hacía lo mismo.

—Ya lo dejé, el último que tenía y tendré es  el que te estas fumando ahora.

Volví mi vista al frente dando otra calada, de repente se sentía todo más pacífico, más relajado. El efecto me estaba haciendo justicia. O al menos así lo sentía.

—Entrar es fácil, pero salir de esto es una maldita úlcera, por eso te lo estoy diciendo.—recalcó aún con el ceño fruncido.

—Hasta pareces preocupado por mí, me siento conmovido—bufé con media sonrisa.

—Ella lo está.—mi sonrisa fue remplazada por una mueca—Todo el tiempo lo dice.

—Y supongo que no le dijiste a tu noviecita que has estado siendo "amable"—señalé el cigarro—...conmigo.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora