Sheila Johnson esconde diversos secretos, entre los cuales resaltan unos muy crueles y despiadados. Su mente juega todo el tiempo con ella, haciéndole desarrollar un odio muy profano hacia la humanidad.
Sus pensamientos son sumamente insólitos, des...
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Los seres humanos somos una raza animal. Eso lo sabemos todos. Pero... ¿Qué tipo de raza somos? Una que contamina y roba los hábitats de otros animales que prácticamente no nos han hecho nada. Una que después de perder se arrepiente pero no antes. Una que solo piensa en sí. Una que solo sabe usar su mierda de inteligencia para dañar más y más cada día al planeta. Una que solo sabe ser hipócrita con los suyos, ¿Qué animal hace eso con los suyos? Una que asesina a los suyos por diversión o... Una raza que necesita un montón de cosas para vivir, por ejemplo nosotros no podemos vivir sin el móvil, se ha vuelto una adicción, algo que es una parte de nosotros, de ti, otro ejemplo son todas las cosas que nos rodean, ¿Qué acaso no podemos vivir sin ropa, perfume, platos, cucharas, tenedores, joyas, juguetes, sofas, frigoríficos, zapatos...? Y bufff, que son muchísimas cosas a las que estamos acostumbrados, sin las que no podemos o estamos acostumbrados a vivir, y es por eso que necesitamos estar siempre socializados entre sí, para el provecho humano.
Yo me preguntaba todo eso porque tenía una condición denominada misantropía. Y, siendo sinceros y realistas, todo eso era muy cierto.
Pensar esas cosas sobre nosotros, los seres humanos, siempre me ponía triste porque, ¿de verdad este planeta, en unos cuantos años, se iría a la mierda?, ¿tan mal le afectamos a la Tierra?, ¿tan mala evolución tuvimos?...
La voz de mi madre me hizo volver al presente. Me hizo salir de mis insólitos pensamientos.
—¡Sheila, cariño, baja a desayunar! —me gritaba desde abajo de las escaleras. Asentí para mis adentros, bajando a desayunar con mal genio.
Bajé con desgano las escaleras, pensando en todo lo que tenía que hacer a lo largo del día. Había quedado con el idiota de Liam, el chico más arrogante y creído que había conocido, aunque sabía que en el fondo era una buena persona, que se preocupaba por los demás y que tenía un corazón de oro, que valía millones.
Al llegar al gran comedor de la cocina, observé cómo mis padres se miraban indignados, como si tuvieran algo muy importante que decirme. Y así fue, por desgracia;
—Cariño, no sabíamos cómo decirte esto, pero... Hoy encontramos el valor suficiente para decirte que... —hablaba mi padre, haciendo unas cuantas pausas. Él siempre fue un hombre serio, que nos quería a mí y a mamá con todo su corazón o eso fue lo que me hizo creer.
—Tu padre y yo no nos queremos como antes Sheila, tu creo que me entiendes, ya sabes... —interrumpió mi madre ante los tartamudeos de mi padre—. Sheila, cuando dos personas dejan de quererse, tu... lo dejas, a la persona...
Sabía que querían decir mis padres. Ellos querían un divorcio. ¡Esto era una locura!
—Mamá, no soy una niña, ya sé que queréis un maldito divorcio; ¡y no me trates como a una tonta! —hice una pausa para ver la expresión en el rostro de mi padre y sólo vi una máscara de tristeza. Mi madre hablaba, intentando darme explicaciones y ahí fue cuando estallé. —¡Deja de darme explicaciones!
Con decir eso me levanté de la mesa, sin mirar atrás, y corrí escaleras arriba hasta mi habitación. Ya dentro de ella di un portazo con todas mis fuerzas, para que ellos lo escucharan. No pasó mucho tiempo hasta que mi visión se nubló por completo; yo ya era un mar de lágrimas. Me tumbé en la cama y comencé a llorar, recordando cuando ellos siempre me afirmaban que me querían, que se querían el uno al otro pero, y hoy, ¿Se acabó todo eso? ¿En un solo día? Sin duda, este había sido el peor día de toda mi vida porque iba ha cambiar al resto de días.
Sabía que habían actuado distante estos días, pero nunca hubiera llegado a pensar que se separarían, no así. Y bastaron sólo esas palabras para que todo mi día se fuera a la mierda y mi odio creciera aún más hacia la humanidad. Yo era misantropa y lo que pasó hoy solo hizo que mi odio creciera de una forma muy extraña hacia ellos, de una forma que me hacía querer coger una escopeta y dispararle a todos.
Y todo nacía de una razón, y yo no era una excepción.
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Os comento una cosita: la palabra misantropa es el adjetivo femenino de la palabra misantropía.
