Capítulo 9.

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9. El Funeral


Esto no podía ser real. Esto no era real. No podía creer que lo fuese.

«Emma está viva» me repetía una y otra vez; «Ella es fuerte, no le pasará nada».

Em no podía estar en el cielo, ella no estaba muerta. Infinitas lágrimas no paraban de correr por mis mejillas. Ayer ella estuvo conmigo y estaba completamente bien. ¿Cómo era posible que hubiesen encontrado su cuerpo desangrado tirado en medio de la calle? ¿Que ser humano era capaz de hacer algo tan despiadado y retorcido, además de cruel? Mi misantropia creció.

La puerta de mi habitación se fue abriendo lentamente.

-¡Detente, Sheila! -mi madre se acercó a mi de un solo golpe al observar que me comenzaba ha arrancar de los pelos como una completa loca.

Demasiado estrés.
Demasiada misantropia.

-¡Aléjate! -grité.

-Sheila, controlate cariño -gruesas lágrimas rodaban por las mejillas de mi madre-, Emma está bien.

¿Bien?

-Sheila, Sheila...-fue lo último que escuché antes de caer inconsciente a la cama.

[. . .]

Abrí mis ojos para encontrarme con un techo blanco.

Blanco....

Recuerdos dolorosos junto a ella comenzaban ha invadir mi mente.

¡Sí! ¡Esos son mis colores favoritos!

—¿Es enserio? —pregunté, volteando los ojos—. ¿El banco y el gris?

—¡Ey! ¡Respeta mis gustos! —se quejó, haciendo un mohín como una niña de seis años.

—¡Okey! ¡Okey!

Sabía que sus insólitos gustos se debían a su complicada vida. Nunca me habló sobre ella, aunque ya me tenía muy curiosa.

Me encontraba en una habitación de hospital, ¿Qué hacia aquí?
Escuché la puerta abrirse y cerré rápidamente mis ojos. Escuché pasos acercarse a la cama donde yo me encontraba. Eran pasos lentos y suaves, como si no quisieran despertarme. Pero ya era tarde, yo estaba completamente despierta.

-Ella está bien -una voz poco familiar habló-, por ahora -completó su frase.

-¿Qué fue lo que le pasó? -la voz de mi madre preguntó, preocupada.


-Le dio un shock cerebral. Dígame, señora Margareth, ¿qué fue lo que la conllevó a este estado? -hubo un sepulcral silencio. Al fin, la voz de mi madre decidió hablar.

-La muerte -tosió- de su mejor amiga -se la escuchaba quebrada, pero no más que yo al escuchar esas palabras.

Mis ojos se abrieron como platos, me levanté bruscamente de aquella cama de hospital, y seguido mi visión se volvió borrosa.

-¿Qué estáis diciendo? -mi voz rompiéndose en mil pedazos.

-Sheila, estás despierta -una felicidad, que yo no entendía fluía en la voz de mi madre.

Manos Ensangrentadas © (COMPLETA✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora