Capítulo 1.

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1. Odio Interno

No me costó mucho superar la ruptura de mis padres, su divorcio. Papá se fue hace unos cuantos días de casa y, según yo, nos dejó.

Le pregunté a mi madre en varias ocasiones porqué papá y ella lo dejaron, se separaron, pero ella parecía convertirse en un bloque de hielo cuando le hacia esas preguntas. Nunca me dijo el por qué, y eso ya era bastante cruel para mi; no saber la verdad, y las cosas solo empeoraron cuando aquella tarde de otoño entró a mi habitación sin tocar -siempre lo hacía- y me dijo:

-Sheila, a partir de hoy ya no verás más a tu padre, me refiero a que él me dijo que se iría de la ciudad, y... Pues... Ya sabes... Además...-decía mientras se acercaba al borde de mi cama para sentarse frente a mi-. He conocido a una nueva figura paternal para tí. Se llama Carl Smith y tiene... -la interrumpí, gritando.

-¡Tú no eres mi madre! No ha pasado ni una semana desde que papá se fue y ya conoces a otro, tú, sucia bruja, fuiste tú quien lo dejó, para estar con ese amado tuyo. Tú no eres mi madre...

No supe que más pasó porque una fuerte bofetada de mi madre me hizo caer a la cama, haciéndome sentir un fuerte escozor, un muy intenso dolor y un fuerte pitido en las orejas fue lo único que pude escuchar.

«Te odio mamá; te odio»

Ella comenzó a llorar y salió de mi habitación. Yo, en cambio, me quedé ahí, en la cama, tumbada, dejando que todo el cabello me cubriera la cara de una forma molesta. Mis ojos se humedecieron; hice un esfuerzo por no derramar las lágrimas que estaban desesperadas por salir, pero, al fin y al cabo, quién quiere estar, está.

Las lágrimas yacíentes en mis mejillas solo hicieron que el escozor en la izquierda creciera al igual que mi odio hacia todos. En concreto hacia ellos.

▪️▪️▪️

Me encontraba en el pasillo del instituto, hablando con mi mejor amiga Emma, quien habló después de observarme por un buen rato:

-Me alegra verte, Sheila, pero... -Emma señaló mi mejilla izquierda y continuó- ¿Qué te ha pasado? -su tono alegre pasó a estar preocupado.

Emma había sido mi mejor amiga desde la temprana edad y era la única que me entendía cuando le contaba mis problemas, ni siquiera mis padres, en concreto mi madre, me entendían como Emma lo hacía. Y ahora mismo la tenía frente a mí, preocupada por la respuesta que le fuese a dar.

-Fue mamá...-intenté hacer que mis ojos se tragaran las lágrimas; no quería llorar frente a Emma.

Ella pareció entender y me jaló a uno de los pasillos donde no había nadie y allí me abrazó y me habló:

-Si no quieres hablar de esto, lo entiendo, no tienes que obligarte, siento haber preguntado cuando la respuesta era obvia. Fue ella. -dijo, abrazándome aún más fuerte, como si yo fuera lo más importante para ella en ese momento.

Ese abrazo me tranquilizó y, sinceramente sólo Emma sabía hacerme sentir bien, conmigo y con todos. Fue un abrazo corto pero cálido, muy cálido. Después volvímos al pasillo que nos llevaba a nuestras clases. Emma se despidió de mi con una sonrisa jocosa y yo de ella. Ella tomaba bachillerato de artes y yo de ciencias; eran unos caminos muy diferentes.

Entré a mi primera clase y me sorprendió ver a todos alrededor de una mesa; parecían estar hablando con alguien. La mayoría parecerían ser chicas.

Puagh!

No me interesó mucho saber que había un nuevo miembro en la clase, por lo cual me coloqué en mi asiento como de costumbre y fui sacando el material para iniciar. No pasó mucho tiempo hasta que la puerta del aula se abrió y entró la maestra.

Manos Ensangrentadas © (COMPLETA✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora